noches-placer - 30/7/13 - 03:14 PM

¿Cuánto cuesta un talco?

Al ritmo del trance, merengue, salsa, vallenato, bachata o con el perro del reguetón, las chicas bailan con los tipos, otras se les sientan en las piernas y ahí se ofrecen…

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Es la cuna de la putería en Panamá…por algo le llaman La Mayor… Universidad del sexo, donde se enseña, se pesca, se coge, se perfecciona y se especializa en los placeres del Dios Eros. En lo que antes eran sus cochinas camas y ahora mejores lechos, miles de hombres panameños han dejado la virginidad.
Viejo y colonial caserón de madera pintado de verde; con planta baja y dos niveles. Cada uno con seis puertas de marcos blancos y siempre cerradas… Tras ellas, se ha consumado el trabajo histórico y maratónico de centenares de putas, algunas ya retiradas; otras, quemando sus últimos cartuchos y las más nuevas, asegurando la continuidad del oficio.
Apretado en lo que antes era el Terraplén y ahora con vista mejorada gracias a la Cinta Costera 2, el inmueble está por las noches rodeado de más de una docena de puestos ambulantes de venta de frituras, chorizos y carne de res; la humana se vende adentro y su precio depende de la cantidad de tiempo que será consumida.

De todo precio
Es que en La Mayor un “polvo de gallo” de 15 minutos cuesta 16 dólares. Al servicio de 30 minutos le llaman La Suite, por un precio de $30; en tanto que la hora es llamada La Supersuite y vale $80. ¡Ah!, la entrada al sitio tiene un costo de $3, no es consumible. El cubetazo de cervezas vale $9 y la jarra $20.
En la entrada, los visitantes son revisados por la seguridad del local y aunque permiten que algún intrépido –con el estruendo de la música- intente hablar por celular, está rotundamente prohibido que alguno se atreva si quiera a alzar el dispositivo para tomar fotografías. Siempre estarán bajo la mirada de los vigilantes y de un miembro de la Policía Nacional, que ronda a lo interno del establecimiento.
Por dentro, el local se ve más excitante y atractivo que por fuera. Reinan las penumbras, luces de todos los colores, espejos en varias paredes. Sobre la tarima principal, en todo el centro, está el clásico tubo. Cuelgan dos pantallas medianas, que proyectaban una pelea de boxeo por un canal local de deportes y cerca del bar, otra transmitía una estación televisiva deportiva, pero extranjera.
Ahí se mata el caso
Frente al escenario, hay sillas para los que quieren lujuriar  al momento en que ellas hacen los “shows”, también hay un espacio para mesas y detrás de estas, un balcón que es donde se ubica la mayor cantidad de visitantes. Arriba están los cuartos, no son muy bonitos, pero tienen buenas camas y aire acondicionado.
En La Mayor, lo que sobran son putas. Las hay de distintas nacionalidades –pululan más colombianas y dominicanas- de todos los colores, tamaños, hermosas ( algunas feas están coladas), y hay de todos los pesos: ligeros, medianos y pesados… Andan  recorriendo el local, después que les tocó el turno de bailar en el tubo.
Al ritmo del trance,  merengue, salsa, vallenato, bachata o con el perro del reguetón, las chicas bailan con los tipos, otras se les sientan en las  piernas y ahí se ofrecen… Mientras se oye la letra de Pedro Conga: “Quisiera poder penetrar a través de tu instinto carnal”, al tiempo que algunos libidinosos corean: “Dime, cómo puedo parar este vicio… cómo puedo parar este vicio, este vicio fatal”.

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