Opinión - 22/12/13 - 01:24 AM

Infamias por nueva ley

Nine Tsu siempre fue pobre, temeroso de Dios y rico en sentimientos. Se casó deslumbrado con una muchacha "racataca" porque así es el amor, la amada tenía

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Julio César Caicedo / Julio César Caicedo

Nine Tsu siempre fue pobre, temeroso de Dios y rico en sentimientos. Se casó deslumbrado con una muchacha "racataca" porque así es el amor, la amada tenía sin reconocer a una niña de un año. Tsu le puso velo y corona al asunto, reconoció a la infante y como era contador, ganaba bien, educó a su hija postiza en colegio privado, fue el padre ejemplar de llevar a la escuela, de hablar con maestros y profesores, de ayudar con las tareas, de medicina preventiva, de ir a la misa con la familia, en fin, nunca faltaron veleidad ni buenos ejemplos.

La niña con la adolescencia se enamoró de un pandillero, y como su papá lo rechazó de plano, la niña lo acusó de que este la tocaba y que la había violado.

Cinco años preso estuvo Nine, quien allá se graduó de abogado, y cuando le faltaba un par de meses para que cumpliera su pena, la hija arrepentida declaró que había sido una ocurrencia de su novio y de su mamá, lo que dio crédito a la ley no escrita "perro huevero, aunque le quemen el hocico". Que hizo Tsu, pues recogió de nuevo a sus dos "racatacas" porque así es el amor.

Otra difamación que vale la pena que sepan, de manera que tomen distancia y que sus pasos sean como los del tigrillo capireño, se dio con una acosadora consuetudinaria que se enamora de negros y mulatos y que tiene varios casos.

Ella acosó a un funcionario de alto rango y distinguido por su educación y valores. Como el tipo no cedió ante las peticiones, la mujer lo acusó de intento de violación, para lo que se hizo moretones en el rostro. Al "Chombo" lo botaron del trabajo y lo metieron en la "chirola", pues para estos casos no hay abogado que valga, es "la palabra de ellas contra la tuya" y lo peor de esta pesadilla fue cuando su esposa lo despreció lo mismo que sus hijas.

En este caso, el hombre se deprimió tanto que un atardecer se lanzó del Puente de las Américas.

Por estas clases de vainas que pasan en Panamá, concuerdo con el viejo putañero del libro de García Márquez Memoria de mis tristes putas: Que es el amor lo que mueve al mundo.


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