Opinión - 30/11/13 - 11:40 PM

La boa cabeza de perro

Julio César Caicedo Mendieta Antes de comentar sobre una subespecie de boa constrictor que abunda en los llanos y montañas de Coclé, digo que no respaldaré

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Julio César Caicedo Mendieta

Antes de comentar sobre una subespecie de boa constrictor que abunda en los llanos y montañas de Coclé, digo que no respaldaré a ningún partido político de la Internacional Socialista, ¿por qué?, sencillamente porque son peores que las boas y porque tienen el récord de ser la desgracia planetaria más farragosa ocurrida en la historia de la humanidad y sería más fácil para un pueblo como el panameño destrabarse de la yugular los colmillos de cualquier dictadura capitalista, ladrona, tenebrosa, asesina y corrupta parecida a la de Trujillo, Somoza, Duvalie, Noriega o Pinochet, o de un sistema totalitarista como el de Cuba o Venezuela.

Los sistemas comunistas, como si hubiesen sido gavilla de Jesucristo, Confucio, Maoma o del Quijote, prometen un mundo mejor, pero vean la realidad de Cuba y Venezuela.

Winston Churchill lo dijo y yo lo secundo: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la prédica de la envidia, su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Ahora sí vamos con la culebra de 40 años que comía ratas, zorras (zarigüeyas), terneritos, ñeques y hasta gallinas. Todo eso allá en Vista Hermosa, corregimiento de El Cañaveral, distrito de Penonomé, en la finca Buenos Aires, que tiene 75 hectáreas cubiertas con enormes árboles de teca y en donde corre la quebrada El Junco, con incontables ojos de agua pura.

El carpintero Don Luis Castrellón acabó con una de las más viejas del entorno cuando tenía atrapado al gallo de la cría por una pata; ya estaba cayendo la noche cuando Don Luis advirtió el ataque y con una filosa coa le dio un golpe desde lejos a la serpiente, que con un solo giro en espiral cubrió al segundo a su presa, pero al sentir el acero de la coa, soltó al gallo, que salió corriendo “turulato” y sin rumbo. La boa recibió más golpes con la coa, más un machetazo en la cabeza.

Al crepúsculo del día siguiente, cuando Don Luis se dispuso botarla, esta no estaba donde la había dejado, y se sorprendió cuando la vio detrás de él con la cabeza erguida mirándole con ojos de tiburón ciego.

Esta vez sí la picó con la coa y la sepultó cerca de donde se queman las virutas de la teca.


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