Opinión - 23/11/13 - 11:12 PM

La necedad de aferrarse a lo mismo

El que se aferra a pensar y a hacer lo mismo siempre, rechazando toda innovación, termina “oxidándose”, caduco y obsoleto, sea a nivel personal u

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El que se aferra a pensar y a hacer lo mismo siempre, rechazando toda innovación, termina “oxidándose”, caduco y obsoleto, sea a nivel personal u organizacional. Solo permanece la verdad sobre Dios y el hombre, manifestada en los dogmas de fe y en las reglas morales que fundamentan la conducta humana.

Pero todo lo demás está sujeto a cambios, a procesos de transformación si es que se quiere una mayor perfección. Por lo tanto el cambio es parte de la vida, es el movimiento constante propio de los seres vivos. “La renovación es uno de los impulsos primarios de la vida, como el amor y la libertad… todo necesita renovarse para mantener la ventaja con respecto al incansable proceso de destrucción…

En el plano físico morimos y nacemos constantemente. En cada minuto millones de nuestras células se dividen, sacrificando su antigua existencia en una muerte que da vida a dos células nuevas. El impulso de la creación empuja la vida hacia adelante”, (D. Chopra).

PARA ENFRENTARNOS AL CAMBIO, muchas veces sorpresivo, hay que fomentar la revisión de nuestras estrategias y acciones, el ingenio para ser creativos, la fortaleza espiritual y el desapego para dejar aquello que no funciona. De hecho, si no estamos dispuestos a morir a cosas que fueron útiles, pero que ya hoy no responden a las exigencias del crecimiento y perfección, no tendremos la valentía para hacer los cambios y seguiremos haciendo siempre lo mismo y cualquier negocio o empresa, organización o trabajo se vendrá abajo.

EL MÁS IMPORTANTE CAMBIO, la conversión. Rectificar el camino, cambiar el rumbo, dejar atrás el peso muerto del pecado, caminar por el sendero estrecho, tomar la cruz de cada día, acercarse lo más íntimamente posible a Cristo; ese el cambio más necesario para ser alabanza del Señor. La conversión exige conocimiento de uno mismo, dolor por los pecados, búsqueda del Señor misericordioso y un pedir la fortaleza para mantenerse firmes y con Dios ser invencibles.


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