Principios de salud mental
Rómulo Emiliani HAY QUE SER COMO NIÑOS PARA QUE EL REINO DE DIOS SE HAGA PRESENTE, dice Jesús. Contempla a los niños
Rómulo Emiliani
HAY QUE SER COMO NIÑOS PARA QUE EL REINO DE DIOS SE HAGA PRESENTE, dice Jesús. Contempla a los niños jugando, tomando con toda seriedad la diversión, enfocando la atención en algo sencillo: un carrito tirado por una cuerda o un avioncito levantado con sus manitas junto a una florida imaginación de naves espaciales surcando el cielo o de héroes con grandes corazas luchando contra monstruos. Míralos cuando escuchan historias contadas por sus abuelos o cuando ríen sin control por una travesura divertida; están metidos de lleno en lo que ven y escuchan, están viviendo el presente, “el ahora”, plenamente.
BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN, PORQUE VERÁN A DIOS. Si queremos contemplar al Ser Divino, al Señor que habita en nosotros, tenemos que limpiar el espejo que refleja la belleza de Dios. Tenemos que purificar el alma, hecha a imagen y semejanza de Él. Si nuestro “yo interior” está manchado por malos pensamientos y deseos, sentimientos de rencor y odio, de envidia y de temor, no podemos ver al Dios que se refleja en el espejo del alma y no tendremos paz.
TENER EL CORAZÓN LIMPIO DE TODO AFECTO DESORDENADO como la codicia, avaricia, celos, lujuria, odio, venganza, soberbia, nos permite contemplar la belleza de nuestra alma, en la que se refleja como en un espejo la presencia del Señor. A Dios no podemos verlo tal y cual es en la tierra, porque moriríamos inmediatamente. Pero así como vemos la luz del sol reflejada en la luna, así al tener el corazón limpio, podemos ver a Dios en nosotros, algo de su infinita belleza.
RECUPERAR LA INOCENCIA PERDIDA, volver a ser como niños, es igual a convertirse, a llenarse de Dios y encontrar la paz que experimentábamos cuando éramos arrullados por el canto de la madre y acurrucados en sus brazos. Ser como niños implica tener su pureza, candor, sana ingenuidad, alegría, bondad y ternura. Ser como niños nos hace encontrar con naturalidad la presencia divina en nosotros y vivirla. Ser como niños nos devuelve la paz y la cordura perdidas y con Dios eso es posible, ya que con Él somos invencibles.