Telenovela
En los últimos años, Panamá se ha convertido en una enorme telenovela "truculenta", que no tiene nada que envidiarles a las que se ven en la TV.
En los últimos años, Panamá se ha convertido en una enorme telenovela "truculenta", que no tiene nada que envidiarles a las que se ven en la TV. Ya pasamos los 3 millones de habitantes y dejamos de ser un país tranquilo. Figúrense que en el 76 en un año solo ocurrieron 31 asesinatos, la mayoría pasionales. Ahora llegan a los 400.
Tenemos los personajes y las tramas para telenovelas de todo tipo. Allí está un asesino múltiple que se supone que lo hacía para vivir bien. Ya sabemos que los EE.UU. ha enviado a este país "alegre y confiado" supermaleantes convertidos en "testigos protegidos". A cada rato encuentran bandidos internacionales que se ocultaban aquí donde vivían bien, a pesar de que varios panameños dicen que es el peor país de la región.
Llegan porque no hay controles efectivos para descubrirlos antes que pisen este suelo. Desde hace años nos jactamos de ser un país que le da asilo a cualquier sujeto, no importa las barbaridades que haya hecho en su patria. Algunos son tan descarados que en algo se convierten en figuras públicas, con acceso a los medios de comunicación.
En poco más de 20 años nos hemos convertido en un "patio trasero" donde dejar cadáveres de nacionales y extranjeros relacionados con el narcotráfico. En 60 años no recuerdo haber visto cuerpos desmembrados, quemados, tirados en sitios que son concurridos. ¿Se castiga a los culpables? Los atentados y ejecuciones son "el pan de cada día". Hay panameños que ya ni les llama la atención esta barbarie.
Mataron a un agente que luchaba contra la delincuencia y... También otros hechos que no son sangrientos, pero demuestran la podredumbre social a que hemos llegado. Más de uno de la noche a la mañana se convierte en rico y famoso, y disfruta de la vida sin problemas. Por allí hay compatriotas que han sufrido "usurpación de identidad" porque los delitos electrónicos aumentan.
Añada el temor de ciertos porque les escuchen hasta su vida personal (pinchazos). ¡Ni hablar de la politiquería...!