Víctimas y delincuentes comparten el mismo aire
Son especialistas en el delito. Pero ningún crimen es perfecto. Es la ley de la vida. Un sujeto bien vestido. Hasta con maletín. De apariencia nítida.
Son especialistas en el delito. Pero ningún crimen es perfecto. Es la ley de la vida.
Un sujeto bien vestido. Hasta con maletín. De apariencia nítida. De piel blanca. Mediana estatura. Medio gordito. Él esperaba el bus como el resto de los usuarios mortales en las cercanías de El Marañón, en Calidonia. Paseaba su mirada apacible de lado a lado, simulando ser un pensante colaborador de alguna empresa. Pero pronto se quitó el ropaje de decencia y quedó con su cuero de depredador.
“Todo alacrán muere siéndolo”, decía la abuela. Y ese sujeto aparentemente no pudo esconder más su instinto criminal.
El metrobús se acercó y los usuarios, corrieron para asegurarse un puesto en el mismo y dirigirse a sus trabajos, ya que en unos treinta minutos el sol avanzaría en su recorrido sideral mientras en los aparatos del tiempo se marcarían las 8:00 de la mañana.
como abejas al panal,Mientras tanto, el sujeto de apariencia inocente, se casi literalmente atrás de una dama que llevaba colgado del hombro una cartera de las “bocas abiertas”, sin gancho o cremallera, en la cual quedaban al descubierto unos celular y otros artículos.
“pegó”“billetitos verdes”,En cuestión de fracciones de milésimas de segundos, el sujeto metió la mano literalmente, extrajo lo que su abarcaba, y con movimientos malabáricos los desapareció.
a velocidad del rayo, manazaEs que el sujeto no actuaba solo. A ambos lados de la víctima estaban colocados los delincuentes. El compinche del bien vestido era otro sujeto de aceptable presencia y, además, aparente lector de periódicos, ya que en sus manos llevaba uno enrollado como en forma de taco, en cuyo canal fueron a descansar las evidencias que depositó el saqueador número uno.
La víctima se dio cuenta que le habían robado y gritó acusando directamente a su victimario. “¡Tú me robaste! ¡Ladrón, ladrón!”. El embrollo se dio en la puerta del metrobús, mientras que el supuesto lector de periódicos se acomodaba en su asiento, interesado en las noticias.
La mujer y el ladrón discutían. “Revíseme pues, revíseme a ver qué tengo. Yo no le he robado nada”.
Ambos se bajaron del metrobús, el cual siguió su ruta.
La señora pidió el auxilio a una unidad que no encontró nada en el acusado por la mujer.
Pero la artimaña no fue secreta. Alguien, desde un ángulo del suceso, vio con detalles lo ocurrido.