Viva - 07/8/13 - 12:25 PM

Ismael Cala revela "El poder de escuchar"

La infancia de Cala estuvo marcada por el comunismo cubano y las privaciones impuestas por un modelo económico centralizado incapaz de generar riqueza en la isla. Fue un niño tímido, que sufría las burlas y el acoso de matones de colegio, por lo que prefería quedarse leyendo en un rincón del patio.

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Miami
EFE

El periodista Ismael Cala, referente generacional de la televisión en español en EE.UU., desgrana en el libro "El poder de escuchar" las claves de su éxito personal y profesional, fraguado entre "golpes y zancadillas", en su apuesta total por la libertad de elegir.

Se define como un "Quijote, un aventurero, un soñador y un inadaptado", pero este libro valiente, de sello autobiográfico, a caballo entre el periodismo y la espiritualidad, retrata a un Cala (Santiago de Cuba, 1969) entusiasta que valora, sobre todo, "crecer en amigos, aliados y cómplices con tu destino".

Sonreír y escuchar han devenido dos elementos esenciales de su vida y experiencia profesional como comunicador. "La sonrisa es la respuesta más sublime a la escucha", aseguró hoy en una entrevista con Efe este periodista que ha hecho de estas dos "armas" santo y seña del programa de entrevistas que presenta en la cadena CNN en Español.

Se trata de un arte que se sustancia en aprender a "dar prioridad a la persona que tenemos delante, a escuchar antes de hablar" y cultivar el "fascinante viaje de conversar por placer". "El éxito de mis entrevistas es que no están concebidas como tales, sino como conversaciones", precisó Cala, quien debutó a los 8 años en radio y a los 15 en televisión, en Cuba.

Precisamente "El poder de escuchar", publicado por Penguin, es también un libro de memorias, de mil rabias e interrogantes, de frustraciones y temores, pero, por encima de todo, de "arriesgarse y cambiar para crecer" como ser humano.

La infancia de Cala estuvo marcada por el comunismo cubano y las privaciones impuestas por un modelo económico centralizado incapaz de generar riqueza en la isla. Fue un niño tímido, que sufría las burlas y el acoso de matones de colegio, por lo que prefería quedarse leyendo en un rincón del patio.

Universitario brillante con un único par de zapatos, agujereados, sobrevivió en los años 90, años de carencia extrema para la mayoría del pueblo cubano, con "un poco de arroz blanco y huevo hervido". "Eso era todo lo que podía llevarme a la universidad", confiesa en el libro, que ya salió a la venta en EE.UU. y Latinoamérica.

El convencimiento de que su única opción de futuro pasaba por abandonar Cuba se le hizo evidente en una recepción oficial en el Palacio de la Revolución, en 1990, a la que asistió junto con otros líderes estudiantiles universitarios.

Se encontró "en medio de la experiencia surrealista" de contemplar un banquete de manjares que nunca antes había visto: "todo tipo de carnes, pescados, vegetales, ensaladas, vinos y licores, dulces".

"Entonces entendí que no había una sola Cuba, sino varias, y cobré conciencia de que tenía que tomar las riendas de mi propia vida", asegura.

"Esa noche descubrí cómo vivía la Cuba poderosa", recuerda Cala de aquella noche de hambre saciada en la que sus ojos se abrieron asombrados "ante aquella expresión tan distanciada de la realidad del país, que vivía un terrible momento económico".

Finalmente, a los 28 años, con una licenciatura en Historia del Arte y un certificado de locutor de radio y televisión, logró salir hacia Canadá. "Llegué a Toronto (estudió Comunicación en la Universidad de York) nada más que con una cámara fotográfica y una maleta con unos cuantos trapos", recuerda.

Pero había logrado dejar atrás un mundo que le ahogaba, comenzar una nueva peripecia vital por varios países que le ha convertido en uno de los comunicadores hispanos más respetados, con más de un millar de entrevistas realizadas y un estilo que desprende sinceridad y rigor, más allá de la noticia fría y cotidiana.

No se siente un frío registrador de lo que escucha y ve, sino que practica el compromiso de "escuchar las palabras y el alma de nuestros interlocutores".

A la postre, como le dijo en una entrevista su idolatrado maestro Larry King: "Nunca aprendí nada mientras hablaba".

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