Zidane, la falta de respaldo y un sentimiento de frustración
No por esperada resulta menos dolorosa para el Real Madrid una nueva renuncia de Zinedine Zidane. El club deseaba su continuidad a pesar de firmar un año sin títulos, pero el francés abandona por razones hasta ahora inéditas. La frustración de no haber cumplido objetivos y la falta de respaldo en sus momentos más críticos, asoman como argumentos de peso.
El portazo tras Kiev cogió por sorpresa a las altas esferas del Real Madrid. Nadie podía imaginar que instalado en el éxito, Zidane decidiese renunciar a todo y optar por el descanso. Acababa de pasar a la historia como el primer técnico que conquistaba tres 'Champions' consecutivas. El adiós de Cristiano Ronaldo, la poca previsión en el club de un sustituto de garantías, la pérdida de fuerza de su mensaje en el vestuario en una plantilla que se dejó ir en Liga y Copa, impulsaron la decisión del técnico francés. Ahora, las razones son distintas.
LA FRUSTRACIÓN DE UN AÑO SIN TÍTULOS
Zidane es un ganador, el segundo técnico más laureado de la historia del Real Madrid pero a buen seguro el primero en trascendencia de sus éxitos. Pese a las dificultades de un curso repleto de problemas y lesiones, sin refuerzos a un proyecto que necesitaba un impulso, con argumentos que sostienen la decisión del club de no dudar sobre su continuidad, a Zinedine nada le calma la sensación de frustración.
Nunca de fracaso porque tanto él como sus jugadores dieron todo lo que tenían, pero no les alcanzó para ganar ningún título y esa realidad es inaceptable para una persona acostumbrada a ganar. Con más de veinte años en el club, conoce mejor que nadie la exigencia y lo que implica un año en blanco en el Real Madrid.
Y Zidane actúa con esa responsabilidad, desde una postura reflexiva y madurando durante meses su decisión. No la compartió con nadie, apenas con su confidente, su mujer Veronique. Ninguno de sus jugadores, por importantes que sean para él, conocían una decisión que no comunicó en el vestuario ni en el momento de la despedida tras el final de Liga y menos aún cuando algún peso pesado le preguntó directamente en conversaciones privadas. Siempre tan receloso de su intimidad una persona que reserva restaurantes en Madrid con el apellido de su mujer para pasar siempre desapercibido.
LA FALTA DE RESPALDO INSTITUCIONAL
Nunca antes Zidane sintió que el respaldo del club no era el adecuado. Ha sido su año más duro, con momentos tan críticos como el vivido bajo su eterna maldición en la Copa del Rey, eliminado a las primeras de cambio por un Segunda B como el Alcoyano en un borrón en el que jamás quiso aparecer. En su primera etapa, la derrota copera ante el Leganés marcó el inicio del fin. En la segunda, esa noche en Alcoy, extendió su leyenda negra en su competición maldita, la única que no conquistó, y que cerraba una semana negra en la que ya había dejado escapar la Supercopa de España.
En su encierro afectado por el coronavirus, Zidane sintió la crítica más que nunca, atisbó filtraciones y añoró una defensa de mayor contundencia desde el club que algún mensaje público de Emilio Butragueño. De ahí su fuerza en el regreso, con una rueda de prensa que marcó un antes y un después. Su petición de respeto con golpe en la mesa, no iba solo dirigida a los medios que cuestionaban su continuidad. La plantilla arropó a su entrenador y desde entonces firmó el mejor registro invicto del técnico francés, en Liga. Porque las únicas derrotas llegaron ante el Chelsea en unas semifinales de Liga de Campeones que sintió era el techo al que podía llegar.
LA NECESIDAD DE HACER LIMPIEZA
Anunciada por el presidente Florentino Pérez, es un papel en el que nunca estuvo cómodo Zidane. Y eso que hay rendimientos deportivos que no admiten discusión de defensa para jugadores que terminan un ciclo, como el brasileño Marcelo o Isco Alarcón. Pero junto a ellos tendrán que salir futbolistas con los que cuenta, como podría ser Raphael Varane y quien sabe si Sergio Ramos por quien el técnico se cansó de lanzar mensajes conciliadores para que se cerrase una renovación que no llega. Zizou no quiere pulsos y mucho menos con una figura a la que respeta tanto como la de Florentino Pérez. El camino dejó desacuerdos en nombres como los de Sergio Reguilón, Achraf, Martin Odegaard y Luka Jovic, donde la postura del club y el entrenador no caminaron de la mano.
La esperanza de poder fichar a Kylian Mbappé no fue suficiente para una persona que marcha agotado de la crítica permanente a un cargo que desgasta más que ninguno. Con el foco siempre hacia su figura, asumiendo la responsabilidad de los malos resultados y defendiendo, hasta el último día, a cada uno de sus jugadores. Así se marchó Zidane por tercera vez de un Real Madrid en el que ha hecho historia.