Los daños del sismo en las vías de Haití dificultan la ayuda a zonas remotas
Ajenos a esas preocupaciones, los niños más pequeños corretean entre las coloridas telas de las tiendas de campaña, mientras los jóvenes juegan al dominó, penalizando al perdedor haciéndole cargar con un ladrillo.
Los daños sufridos en las exiguas comunicaciones terrestres de la región sur de Haití a consecuencia del terremoto de magnitud 7,2 registrado la semana pasada dificultan la distribución de ayuda humanitaria en las poblaciones más remotas, algunas de las cuales siguen sin recibir asistencia.
Un reparto ya de por sí complicado dada la orografía accidentada de ciertas áreas de la península suroeste de Haití, donde se encuentran los departamentos más afectados por el sismo, y por las condiciones de inseguridad en los desplazamientos desde la capital por la posibilidad de sufrir asaltos en el trayecto.
LA REMOTA GORJETTE
Una de esas comunidades rurales aisladas, a la que solo se puede acceder por un camino pedregoso, es Gorjette, cuyos habitantes han instalado un campamento junto a la escuela para acoger a las personas que se han quedado sin nada tras el terremoto, en el que murieron al menos 2.200 personas y otras 12.268 resultaron heridas.
"No hemos recibido nada. Ninguna autoridad viene a ayudarnos. No tenemos agua, ni comida, ni vivienda. Tenemos muchas necesidades porque somos muy vulnerables", explicó a Efe Antoine Marc-Arthur.
Son más de 200 personas "viviendo un estado crítico" sin saber "por cuánto tiempo ni qué van a comer", señaló el hombre, que pidió ayuda a las organizaciones humanitarias. "La situación de la gente aquí es realmente complicada", apuntó.
Ajenos a esas preocupaciones, los niños más pequeños corretean entre las coloridas telas de las tiendas de campaña, mientras los jóvenes juegan al dominó, penalizando al perdedor haciéndole cargar con un ladrillo.
La necesidad es mucha para esta gente y la de otros lugares apartados y de difícil acceso que no tienen garantizada la ayuda humanitaria, que ya ha comenzado a repartirse en la región suroeste, donde las autoridades calculan que el 40 % de la población, cerca de 684.400 personas en total, requieren de ayuda humanitaria urgente.
UN RETO LOGÍSTICO PARA LAS ONG
El director de Acción contra el Hambre en Haití, Roseval Supreme, estuvo este lunes comprobando el terreno y, según señaló a Efe, quedó impresionado por las condiciones en las que se encuentran diversos tramos de la carretera que conecta la parte sur y norte de la península, por donde tienen que pasar para atender las necesidades de la población.
Viajar desde Les Cayes a Jérémie, las dos principales ciudades de la región, "es básicamente imposible, la carretera se ha venido abajo en muchos puntos y en otros está bloqueada", hecho que pudo comprobar Efe esta misma jornada.
"Es un enorme problema de logística" y la solución debe pasar, necesariamente, por la coordinación con las autoridades haitianas para reparar las comunicaciones, algo que tomará tiempo, así que Supreme no es optimista en cuanto a la posibilidad de atender a tiempo a las personas que viven en zonas alejadas o de difícil acceso.
UN SOLO CAMINO
La inexistencia de alternativas por carretera hace necesario pasar por algunos tramos complicados y peligrosos, especialmente desde la población de Marceline en dirección a Jérémie, donde las brechas en el asfalto son de tamaño considerable.
En ese punto, las máquinas ya están trabajando en la demolición de las ruinas en las que quedaron algunas viviendas, cuyos moradores deben vivir ahora en tiendas de campaña caseras o en casetas improvisadas con chapa obtenida de entre los restos del desastre.
De una de esas precarias estructuras sale una mujer vestida de impecable blanco, algo sorprendente en ese entorno polvoriento y sin acceso a agua corriente.
Va de luto, tocada con un sombrero negro, y se dirige, como muchos haitianos en estos días, a un funeral por una de las víctimas del terremoto. De hecho, es frecuente toparse con coches fúnebres a lo largo del camino.
UN ACTO DE FE
Continuar esa senda supone un reto, incluso una temeridad para los conductores, sobre todo en el caso de camiones y autobuses, ya que la carretera, asfaltada pero muy agrietada y mordida, discurre por la ladera de una montaña que ha sufrido importantes desprendimientos.
Circular por ahí constituye casi un acto de fe que los conductores y pasajeros locales parecen asumir sin problema, según se deduce del tránsito de grandes vehículos cargados de personas, aunque son sobre todo motocicletas lo que hay en el camino.
Y es que desde el día del terremoto, las réplicas han sido constantes y no dejan de sacudir la región, con el peligro de que se produzcan nuevos derrumbes. María Montecelos
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