Arzobispo de Panamá insta a panameños a dejar la cizaña
El arzobispo de Panamá, José Domingo Ullloa instó a los panameños a desaparecer la "cizaña" que hay dentro de cada uno y asumir responsabilidad patriótica, aplazar dolores sinsabores, para aportar por más insignificante que parezca, a cambiar en aquello que tanto hemos criticado al otro.
"No es la hora de los reclamos, que bien pueden estar fundamentados, tendremos oportunidad para eso, ahora somos Panamá, hay que abrazarnos, unirnos, y jugar el rol que nos corresponde a cada uno desde sus responsabilidades. No es un cheque en blanco a las autoridades, es una oportunidad para todos", dijo el prelado en una homilía en la Capilla del Seminario Mayor San José Ulloa.
Destacó que Panamá está en un momento sumamente preocupante. El incremento de casos y la suma de 1,000 personas fallecidas por el covid-19, son más que números, tienen rostros, nombres y apellidos muy concretos...como Iglesia servidora no somos indiferentes al dolor de su pueblo.
Pero el arzobispo también reconoció que el Covid-19 ha puesto en evidencia de la manera más dramática y dolorosa, lo que el pueblo ha padecido por años en materia de economía, salud, educación y justicia por la falta de ética y moral, por el desprecio al bien común y principalmente al valor de la vida humana.
A juicio de Ulloa, el colapso de todos nuestros sistemas de servicios públicos, no es a causa del coronavirus, sino a la ausencia o retraso en la ejecución de políticas públicas, porque hemos estado más pendientes del juega vivo, de la corrupción, del saqueo de las arcas del Estado. Estamos en esta punto de la crisis, porque se ha carecido de una visión política de Estado, y ha pesado más el individualismo en vez del bien común, añadió.
El mal está entre nosotros y ese mal muchas veces no es algo natural, sino provocado por nosotros mismos que nos convertimos en enemigos del Reino de justicia y de paz, agregó.
El Monseñor alega que muchas veces con un pueblo cansado de sentirse impotente ante tanta injusticia, surge la contestación y la protesta, consecuencia del malestar que se experimenta en una sociedad conflictiva.
Sin embargo, el arzobispo alertó que hay una protesta amargada que nace de la frustración y la agresividad, y que difícilmente puede aportar nada válido al nacimiento de algo nuevo; hay una protesta que surge de la intolerancia, el fanatismo y la intransigencia, y que fácilmente puede acentuar las divisiones, las discordias y los partidismos, haciendo más difícil el esfuerzo común necesario para una transformación social.
Además rechazó la manera fácil e irresponsable de «clasificar» a las personas con arreglo a categorías o etiquetas preconcebidas; dividiendo de nuevo el mundo en «buenos y malos» y condenando a quien no coincide con nuestra particular visión de las cosas.
Vamos mpobreciendo nuestra capacidad de diálogo y colaboración, adoptando posturas previas que nos encierran en nuestra propia posición y nos colocan falsamente por encima de los demás, expresó el guía de los católicos, preguntando a la vez cuántas veces una condena fácil e indiscriminada de los demás, no es sino una manera infantil de querer ocultar la propia mediocridad y la incapacidad de actuar de manera más constructiva y comprometida.
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