¡Me salvé de morir!
La tarde del 19 de diciembre de 1989 llegué a la calle 27 Oeste del popular barrio de El Chorrillo, después de haber concluido una jornada periodística extenuante, trabajando de reportero en la conocida Radio Onda Popular y, como “ Freelancer”, con algunos medios de comunicación internacionales estacionados en Panamá.
Ese día -como de costumbre- el barrio chorrillero se desenvolvía en su habitual ambiente de venta de cervezas de contrabando gringas y el famoso pescado relleno. Los conocidos Batallones de la Dignidad tenían apostadas trincheras a la entrada del barrio en el lado que colinda con la avenida de los Mártires.
En el trayecto a mi hogar en calle 26 de El Chorrillo, una de mis entrañables amigas Priscilla Lezcano, conocida popularmente con el apodo de "China", me detuvo e inició una amena conversación sobre farándula, tema que le fascinaba.
Tras dos horas de conversación y algunas cervezas que nos tomamos por gentileza de mi padre, que a esa hora también salía de prestar servicio en el área A de la policía, ubicada en el Cuartel Central, dispusimos replegamos a nuestros hogares.
Recuerdo a las 12:01 de la madrugada estando en mi recámara del primer piso del edificio “24 de Diciembre ó La 15 Pisos” sonó el primer bombazo y de inmediato se fue la luz. De ahí en adelante no cesaron los ensordecedores estruendos de las bombas. Me asomé a la ventana que daba al Cuartel Central de las FF.DD. y observé una fila de los entonces modernos helicópteros Black Hawks, Apaches y Cobra disparando bombas contra esas instalaciones.
El fluido eléctrico se cortó. Todo quedó en penumbras. Inmediatamente se escuchaban los gritos, llantos y quejidos de los primeros heridos, que eran civiles y moradores de los multifamiliares 24 de diciembre.
Todos, mi madre, hermanas y padre quedamos tendidos en el suelo de la sala del apartamento, sin entender todavía qué pasaba. El miedo se apoderó de nosotros. ¿Cómo es posible que vayamos a morir en estas circunstancias? Era la pregunta en medio del bombardeo que de repente parecía estar destruyendo completamente el edificio.
El Cuartel Central había quedado con poco personal militar de turno y respondían muy débilmente con fusiles de asalto AK-47, ya que los integrantes de la compañía Macho de Monte que custodiaba esa guarnición, habían salido hacia el Parque de Santa Ana luego del primer ataque a la compañía de Infantería Victoriano Lorenzo, en Fuerte Amador.
En una entrevista Para TVN en Cuba en 1999, con el que fuera jefe de los Macho de Monte, el Mayor Gonzalo "Chalo" González, este me confesó que le avisó al General Noriega de la invasión a las 10 de la noche del 19 de diciembre de 1989, pero el mismo se hallaba tomado en el Hotel Recreativo Militar de Tocumen y no dio ninguna orden.
“Chalo” González contó que ninguno de los miembros del Estado Mayor se apersonó al Cuartel Central cuando también les informó de la invasión. Dijo que todos desaparecieron y hasta los calificó de cobardes.
El capitán Jefe de los comandos anfibios de las FF.DD., Evidelio Quiel, quien resultó herido en combate, dijo que el Estado Mayor no dio la cara y los abandonó, ya que en la calle solo pelearon los mandos medios que tenían mando de tropas.
Esa madrugada quedamos atrapados en los multifamiliares. A las 3 de la madrugada se escuchó el ruido de las orugas de los tanques norteamericanos abajo del edificio. Un equipo de Fuerzas Especiales asaltó el edificio pensando que eran dormitorios de militares. Yo, entre otros hablamos con un soldado de origen puertorriqueño y le explicamos que éramos civiles atrapados en el bombardeo.
Los norteamericanos colocaron los tanques de guerra en fila y nos hicieron pasar por detrás para protegernos de las balas de la AK -47. Cuando salimos observé un auto aplastado con su chofer adentro y los cuerpos inertes de vecinos que habían quedado atrapados en el bombardeo. Los integrantes de los Batallones de la Dignidad que estaban en las trincheras sus cuerpos yacían ametrallados sobre los costales. Salí junto a mi familia y en ese momento el famoso barrio de El Chorrillo ardía en llamas. Nos dirigimos hacia el área revertida, sector revertido de Balboa, donde quedamos a salvo. Luego fuimos llevados a unos albergues donde permanecimos algunas semanas .
Muertos y desaparecidos, eso fue la invasión un acto de violencia innecesaria, cuyo tema aun nos divide.
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