Nada se parece tanto a la vida como el ajedrez (Parte II)
Una partida de ajedrez tiene tres etapas, apertura, medio juego y el final. En la apertura lo primordial es dominar el centro usando los peones, después desarrollar las piezas, y aquí es donde nos centraremos en este capítulo.
El desarrollo de piezas es tan fundamental que se enseña desde el nivel de principiante y ningún jugador fuerte transgrede este principio. Este concepto resulta ser de gran utilidad en la vida. Siempre he dicho que para poder progresar como ser humano en el campo espiritual, económico y emocional necesitamos crear contactos y amistades; quien no tiene contactos ni amistades es peor que una persona pobre, porque el dinero suele ir y venir pero las buenas amistades no.
En ajedrez el tablero es como nuestra vida y somos los principales artífices de lo que ahí sucede, somos los únicos responsables de cada jugada realizada. Las piezas son nuestros contactos y amigos, y desarrollarlas es clave para ganar nuestra partida, porque nadie, ni siquiera el campeón del mundo ha ganado una sola partida sin aplicar este principio.
Ubicar bien nuestras piezas en la apertura nos ayudará a combinarla con otra pieza previamente bien ubicada también, cada contacto (como una pieza) tiene una función distinta en nuestra vida, y es nuestra tarea buscar la mejor casilla para cada una, de ahí la combinación llega sola.
Y recuerda que el ajedrez te enseña a valorar más la actividad de tus piezas que el material, pero ese ya es tema para el próximo capítulo.
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