Ulloa: Jóvenes expresan sin violencia y en libertad su posición sobre reformas
"Hoy queremos nuevamente reiterarles que ustedes “no son el futuro", sino "el ahora, el presente" de este país", dijo el prelado.
Monseñor José Domingo Ulloa emitió palabras en el Te Deum en torno al acontecer nacional que se resume en "Empinarnos sobre las diferencias para construir la Patria de todos y para todos"
Hermanas y hermanos todos:
Hemos regresado a nuestra Catedral Basílica Santa María la Antigua, templo histórico, testigo de innumerables acontecimientos que han conformado lo que hoy es nuestra República de Panamá.
Fue en este templo en el que nuestros próceres junto al pueblo se congregaron desde hace 116 años para cantar el primer Te Deum por la separación de nuestro Istmo de la Gran Colombia, el 3 de noviembre de 1903.
Y una vez más esta Catedral ha quedado en la historia, no solo en la historia nacional sino también en la historia universal y la historia eclesial al ser uno de los pocos templos en el mundo consagrado por un sucesor de Pedro. En nuestro caso recibimos esta gracia de Dios, por el Santo Padre Francisco, el primer Papa Latinoamericano.
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Este año, específicamente el 26 de enero, Su Santidad Francisco ungió y consagró el altar de este templo ante la presencia de autoridades gubernamentales, civiles y religiosas.
Oportuno es recordar lo expresado por Su Santidad en esta histórica ocasión:
“Más que una formal reconstrucción, que siempre intenta volver a un original pasado, buscó rescatar la belleza de los años abriéndose a hospedar toda la novedad que el presente le podía regalar. Una Catedral española, india, afroamericana se vuelve así Catedral panameña, de los de ayer pero también de los de hoy que han hecho posible este hecho. Ya no pertenece solo al pasado, sino que es belleza del presente”. (Homilía, sábado 26 de enero de 2019, Misa con la dedicación del altar Catedral Basílica).
Los 116 años de vida independiente son motivos para estar contentos y hacer fiesta, pero también nos dan una oportunidad preciosa para mirar hacia atrás con memoria agradecida y proyectarnos esperanzados hacia el futuro; asumir el presente con valentía y trabajo honesto, es el mejor homenaje que podemos rendir a los héroes y lo que podemos ofrecer a todos nuestros hermanos, motivándonos a trabajar por la grandeza y el desarrollo de Panamá.
Ayer los héroes, extraordinarios hombres y mujeres, se entregaron por la grandeza de Panamá en campos de batallas y en arriesgadas acciones; hoy hemos de buscar la grandeza de Panamá, fortaleciendo los principios y valores que sostuvieron tradicionalmente este país: una cultura en la que son evidentes la honestidad, la probidad, y la legitimidad de los ciudadanos y las autoridades del país.
Nuestros abanderados para estas fiestas patrias son también esos héroes que han hecho Patria: Adán Ríos Ábrego, reconocido galeno panameño quien por 25 años ha ejercido la medicina oncológica. Su investigación permitió la creación de una de las tres patentes desarrolladas para vacunas preventivas contra el Virus de Inmunodeficiencia Humana en Estados Unidos.
Otro gran orgullo para todos los panameños es Mariano Rivera, uno de los mejores profesionales del béisbol, quien sumó 19 temporadas de Las Ligas Mayores y acumuló 652 rescates, siendo el líder histórico en este campo. Esto lo llevó al salón de la fama.
Como estos dos extraordinarios panameños, hay muchos otros héroes que desde el anonimato -con muchas limitaciones- hacen cosas extraordinarias, por amor a su familia y amor a nuestro país.
Poner a Panamá en las manos de Dios
En este día de la patria, queremos poner nuevamente a Panamá en las manos de Dios. Confiar en Dios no significa abdicar de la propia responsabilidad en la construcción de la historia. Significa hacer la historia junto con Dios, interpretar en ella sus designios, y ser protagonistas de la construcción del Reino en la tierra.
La Divina Providencia no convierte al hombre en objeto pasivo: lo necesita y lo reclama como instrumento libre y responsable de sus actos.
Encomendar la Patria a Dios significa decirle “queremos construirla nosotros contigo, nosotros según tus designios, nosotros como intérpretes y ejecutores libres sobre lo que tú piensas sobre nuestro pueblo, sobre la justicia y la paz, sobre la justa distribución de los bienes y sobre el amor.” Sí, somos constructores con Dios de la obra más bella: la Patria.
La Patria, fruto de nuestra libertad
En este día preguntémonos ¿Qué estamos haciendo y qué haremos por Panamá? Nuestro Señor, nos creó a su imagen y semejanza y que junto con la voluntad y la inteligencia nos dio la libertad, el libre albedrío que nos permite ser gestores de nuestra historia personal y colectiva.
La libertad que gozamos es el mayor don de Dios, y a su vez, nuestra mayor responsabilidad. La libertad no consiste en hacer siempre lo que me agrada y beneficia, ella debe abrirse a los demás, para hacer justicia social, puentes de entendimiento y de respeto.
La Patria ha de ser el fruto de quienes vivimos nuestra libertad con responsabilidad, madurez, sacrificio, siempre respetando la dignidad de la persona y buscando el bien común.
Ser libres es maravilloso, pero necesariamente nos hace responsables de nuestros actos, no queda espacio para excusas, para desentendernos de nuestra responsabilidad personal, o para pretender que otros hagan aquello que a mí me corresponde hacer, y hacerlo bien.
Panamá superará sus muchos desafíos en la medida que aprendamos a vivir mejor nuestra libertad.
Jóvenes protagonistas y amantes de la libertad
Queridos jóvenes: hoy queremos nuevamente reiterarles que ustedes “no son el futuro", sino "el ahora, el presente" de este país.
Ustedes, como grandes amantes de la libertad, la reclaman. Esta semana nos han demostrado que la buscan y la defienden con pasión. Ustedes nos han confirmado que son el presente de esta patria y que no están dispuestos a dejarse robar la esperanza, que no meros espectadores silenciosos y alienados.
Qué mejor homenaje podemos hacerle a la Patria, que escuchar de los jóvenes no solo su redoblar de tambores y cornetas en nuestros desfiles, o el maravillarnos con la perseverancia y constancia de preparar durante un año sus presentaciones, sino que hemos de escuchar sus consignas, ponerle atención a lo que nos dicen y reclaman.
En esta semana, muchos jóvenes dieron la cara sin violencia, sin antifaces, y expresaron con seriedad su punto de vista en torno a las reformas constitucionales. Les digo que me tocaron el corazón, me emocionaron, porque me han confirmado que este año ha sido, sin duda, el año de la juventud en Panamá. Ustedes han dicho “sí” animados “a abrazar la vida como viene, con toda su fragilidad y pequeñez, y hasta muchas veces con todas sus contradicciones e insignificancias”, tal como nos dijo el Santo Padre.
Jóvenes queridos, gracias por vuestra energía, por la fuerza de su voz y su pasión en la defensa de lo que creen correcto. Pero recuerden, no el que más grita tiene la razón, porque la fuerza de la juventud está en su creatividad y la frescura de su voz, en la manera limpia de ver la vida, y trazar sus caminos sin mezquindades ni segundas agendas, porque un joven de verdad no negocia su integridad y su coherencia.
Queridos jóvenes: les reiteramos que confiamos en ustedes, esperamos mucho de ustedes, porque estamos plenamente convencidos, que los verdaderos protagonistas para los cambios y las transformaciones que requiere la humanidad son ustedes, con sus capacidades y su visión de un mundo mejor. Luchen por ello y no se dejen domesticar.
Asuman el gran compromiso de prepararse en conciencia, conociendo su historia personal, familiar, social y cultural, pero sobre todo su historia de fe; de la mano de sus abuelos y sus mayores. Solo así, podrán transformar con la alegría del evangelio aquellas situaciones de injusticia y de inequidad, que hieren a la sociedad.
Construir una Patria nueva en las manos de todos
Es en este contexto de Patria y nación que hoy festejamos, deseo que juntos reflexionemos sobre la construcción de una nueva patria, teniendo presente que esto reclama en primera instancia del compromiso de quienes tienen la responsabilidad de liderazgo en lo político, lo económico, sindical, eclesial y lo social. Es decir, que Panamá ha de ser tarea de todos, no olvidemos somos obreros no maestros de obras, somos simples servidores, cumplamos con este sagrado deber.
El Papa Francisco en su encuentro con autoridades y líderes de la sociedad civil de nuestro país recalcó que: “Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa ―y no solo nominal― de cada uno de sus miembros, de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad, y en la promoción de trabajos dignos. Ambas realidades tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo creador de este pueblo y, a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o asalte la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres”. (Discurso en el encuentro con autoridades, del cuerpo diplomático y representantes de la sociedad civil, Palacio Bolívar – Ministerio de Relaciones Exteriores Jueves, 24 de enero de 2019).
Señor Presidente Laurentino Cortizo Cohen desde la toma de posesión, usted representa a todos los panameños. El pueblo confía que Usted, como primer servidor del país, enrumbe a la nación buscando siempre el bien común. Usted bien lo ha manifestado: Panamá, nuestra patria, está por encima de los partidos políticos, o de cualquier otro interés.
Por eso, el destino de esta Patria no está solo en las manos de los políticos, sino también en la responsabilidad de cada uno de los ciudadanos. Así se construyen las nuevas democracias, dando todos pasos firmes y creíbles para recuperar la confianza en las instituciones.
Las Reformas Constitucionales demandan la participación de todos los sectores, garantizando un mecanismo de consulta que nos lleve a lograr un consenso nacional.
Los hechos dolorosos de los últimos días, en vísperas de las efemérides Patrias, son muestra de que el camino elegido para afrontar las reformas son la escucha y el diálogo. Démonos el tiempo necesario para ir consignando los aportes y consensos que provean una Carta Magna que llene las expectativas y anhelos de todos los panameños y panameñas.
También el pueblo espera con gran esperanza el nombramiento de los nuevos Magistrados; que sean realmente profesionales del derecho, con amplia trayectoria, con independencia, honestidad y ética comprobada. Que estas designaciones sean el signo de que realmente se quiere hacer la diferencia. Oremos para que sean de manos firmes, justas, desconectadas de cualquier intereses y presión social y económica.
Todos constructores de una sociedad más justa
Nos permitimos en estas fiestas patrias, sugerir estas reflexiones con un verdadero amor, con una intensa pasión por nuestro país.
Lejos de nuestro ánimo está el imponer una manera de pensar o intervenir en la vida nacional, con afanes proselitistas. Sabemos que el Evangelio de Cristo ha sido anunciado para la felicidad de todos y para ir alcanzando la plenitud humana. “La gloria de Dios consiste en que su creación preferida, el ser humano, tenga vida en plenitud, desarrollando sin cesar la imagen misma de Dios impresa en lo más íntimo de su ser”.
Conocemos los límites que tiene la acción de la Iglesia en la vida de un país. Lo ha recordado el mismo Papa Emérito Benedicto XVI: “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero, tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia.
Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional, y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien”. (DCE., nº 28).
Sigamos soñando
No quiero terminar sin compartir como todo panameño y panameña un sueño. Hoy debo decir que mi deseo y mi sueño es que en Panamá el hombre y la mujer sean respetados y valorados; desde que son concebidos en el vientre materno, hasta que lleguen al ocaso de sus días.
Que en mi país todos vivamos con dignidad, libres de toda discriminación social, política, cultural, racial o religiosa. Que nos empeñemos mucho más en crecer en el amor, la fraternidad y la tolerancia.
Quiero que en Panamá prevalezca la justicia social y la equidad, que no haya muchos en la extrema pobreza, y pocos en la opulencia. Sueño que quienes poseen más riquezas las compartan con los desposeídos. Que los más fuertes no se desentiendan de los más débiles.
Que el mejorar los índices económicos o levantar grandes industrias y edificios, no se haga irrespetando al medio ambiente. Que los enfermos puedan tener acceso fácil a la salud.
Que cada niño tenga una escuela digna donde estudiar y los recursos necesarios para hacerlo. Y que los sabios se responsabilicen de los que permanecen en la ignorancia.
Que cada jefe de hogar tenga un trabajo honrado, estable y justamente remunerado, que le permita cubrir las necesidades básicas de su familia, que tenga una casa digna, donde pueda reunirse a comer, a jugar, a orar, y a amarse entrañablemente.
Pido y ruego que se escuche a los jóvenes, y se les responda como ellos se merecen. La juventud es nuestra fuerza más hermosa. Ellos tienen el derecho a ser amados y valorados. Y tienen la responsabilidad de aprender a amar de un modo sano y transparente.
Panamá debe desterrar los egoísmos y ambiciones para convertirse en una patria fraterna y solidaria. Quiero un país donde se pueda vivir el amor. El amor a Dios y al prójimo como a uno mismo.
Por último, quiero para mi patria lo más sagrado: que vuelva su corazón hacia el Señor. Hacia el Dios de la Vida. Que agradezcamos en cada aurora y en cada crepúsculo por tener una Patria y un país, con un pueblo creyente que se fatiga en cada jornada por ver convertido su sudor en una nueva esperanza, que nos anima a gritar de emoción: ¡Gracias Dios por nuestro Panamá!
Recordemos que nuestros males no son de carácter político sino moral, males que se reflejan en las Iglesias, en la política, en la economía, en todos los sectores. Debemos unirnos en oración para que nuestra vida nacional, comunitaria y personal sea guiada por el Espíritu Santo, pidiendo la gracia de sus siete dones.
Que Santa María la Antigua nos anime y acompañe en estos momentos de la historia, que requieren de hombres y mujeres que sepan empinarse sobre las diferencias para construir un país más justo, equitativo, de oportunidades, para todos los panameños.