RedacciónLa celebración hoy del 40 aniversario del Día Mundial del Ambiente llega a Panamá con una seria advertencia.Para nadie es un secreto que las protestas del pueblo Ngöbe-Buglé, opuestos al establecimiento de proyectos mineros e hidroeléctricos en su comarca, ubicada entre Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas, han sido el más grave y prolongado conflicto sufrido en el país durante el último año.
Fueron semanas de cierres de la más importantes arterias viales de la República, la vía Interamericana.
Hubo muertos y pérdidas económicas incalculables.Aunque el caso fue manchado con tintes políticos y se evidenció un grado de manipulación de grupos de interés detrás de la lucha indígena, es innegable que el problema de origen fue eminentemente ambiental, y de supervivencia.Todo ser humano tiene el derecho a accesar a fuentes de agua, preferiblemente potable.
Y algo es cierto en este país: en las zonas urbanas, la calidad del agua es cada vez peor, y en las rurales, más escasa.Eso, en un país con los vastos recursos hídricos que tenemos, es inconcebible.
Se ha advertido en foros internacionales que las guerras del siglo XXI serán guerras por el agua.Si en Panamá un escenario de guerra es improbable, la confrontación con los ngöbes desmuestra que por agua sí puede haber un grave conflicto social.En el tema de medio ambiente, la labor de un gobierno es mantener el equilibrio entre el progreso y la protección de los recursos que hacen ese progreso posible.Esto se hace estableciendo claramente las líneas que no pueden cruzarse.Panamá ha sido bendecida en lo ambiental, por eso debemos tratar nuestros ecosistemas como algo sagrado.