ESAEL ARAUJO FUNES. SAN SALVADOR
José Morales Vásquez vmorales037@outlook.comAl completar las quinientas publicaciones dominicales dije que con ellas terminábamos los espacios dedicados a pintores panameños, sobre todo a quienes fueron olvidados, y que ahora ofreceremos espacio a los artistas extranjeros que tengan una reconocida trayectoria artística en sus pueblos, así como también pretendo ofrecerles espacio a clásicos de la pintura europea y de otras latitudes, para el enriquecimiento cultural de nuestros lectores.
Hoy comenzaremos con un pintor contemporáneo de nacionalidad salvadoreña y que actualmente radica en Europa, específicamente en Alemania.
Para ello, agradezco la colaboración del pintor, su aporte documental y sus trabajos artísticos que ilustrarán estas publicaciones
La obra del pintor Araujo Funes nos introduce de manera consciente o inconsciente a una “poesía visual” que enjuicia la razón, induciendo al observador a nuevas reflexiones y concepciones de valor, en relación con su entendimiento del ser en la naturaleza, para reformularnos en lo colectivo o lo individual, con respecto a las condiciones contextuales de vivir la realidad contemporánea y la modernidad.
“Mi obra es una comunión de la realidad y la ilusión, la fantasía y el sueño, lo erótico sublimado y la razón; un discurso de lo humano y lo animal que se reúne en el ser”, Araujo Funes.
Sus imaginarios cargados de simbolismos occidentales e interculturales dialogan, cuestionan y reinterpretan las profundas complejidades de la realidad objetiva, ilustrando escenarios temáticos que configuran visiones segmentadas de la vida en sociedad, que conducen irrestrictamente a concebir la universalidad del ser en su totalidad. A decir en palabras del pintor: “En mi obra pinto la vida para la vida”, desechando en sus temáticas y formalidades plásticas lo negativo de la existencia, en aras de posibilitar la reflexión visual sobre los equilibrios y polaridades de la existencia en la naturaleza.
Los argumentos técnicos de la obra de Araujo Funes se fundan en ejecuciones plásticas virtuosas, de alta factura técnica, en las que prevalece una estética oficiosa en su amplitud expresiva, junto a un discurso teórico profundo y sintético en su complejidad dialéctica, que a la vez invita al espectador, con su simpleza y fácil lectura, al goce estético de arte original.
La obra de Araujo Funes está viva y profundamente concebida, desde su condición de artista mesoamericano en el mundo occidental, con un franco discurso plástico intercultural; ya sea en sus interpretaciones pragmatistas de la vida o en sus diálogos eternos con los misterios del ser, sus imaginarios se vierten al formato con cualidades de inéditos, originales e identitarios.
Por doquier en sus obras se exalta lo humano y su vinculación con la naturaleza universal de lo real, lo onírico o lo metafísico; planteando con sabia precisión campos simbólicos de libres asociaciones de códigos visuales que, estéticamente, seducen y encantan, con ese saber que únicamente el espectador puede descubrir en producciones creativas de evidentes tintes de “sincretismos culturales” y que solo desde la plástica evocan el poder transformador de la imagen fija con respecto a la realidad social y natural.
La obra de Araujo Funes nace del triunfo de la vida sobre la muerte, del desarraigo, de la experiencia de la guerra, la violencia y la lucha por la justicia y la paz. Esto es la diáspora transformada en arte, en amor, en perdón, en alegría y esperanza.
Para hablar de la obra de Araujo Funes es necesario remontarnos a la Mesoamérica (Centroamérica) de los años 60 y 80. Es preciso conocer o interpretar este lugar de América Latina donde prevaleció el arte decorativo para la mera contemplación y un marcado Romanticismo naturalista; expresiones artísticas y culturales que, para tener su aceptación o reconocimiento oficial, debían ser producidas y reflejadas con los cánones conceptuales de la pintura europea de los siglos XIX y XX; debían ser la réplica de los referentes y mitos imperantes en Occidente, con sus formalidades estéticas y sus juicios de valor de lo cultural, lo acultural o lo contracultural en el arte globalizado.
Con esto resultó un relegamiento de las producciones del arte territorial o locales, en directo desmedro de las identidades artísticas regionales de Mesoamérica.
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