Los estragos del pichurro
La madrugada que las avispas volvieron a meterse en mi tazón de café mientras lo saboreaba, supuse que había llegado el final de los piedreros que convivían
Julio Caicedo Julio CaicedoLa madrugada que las avispas volvieron a meterse en mi tazón de café mientras lo saboreaba, supuse que había llegado el final de los piedreros que convivían conmigo en Cerro Viento, San Antonio, Las Trancas y otras barriadas de Rufina Alfaro en San Miguelito.
Ellos no dejaban madurar los mangos y por eso faltaban moscardones en la biomasa. Tampoco esos, mis amigos ahora difuntos, que a veces cantaban y bailaban sin son ni ton, pero alegres, soportaron la desaparición de la “piedra” suplantada por el cruento mercado de las pastillas de laboratorio, carísimas para la canasta básica de las drogas de nuestros lares, entonces comenzaron con la aspiración de pegamentos y de fogatas de CD y murieron casi que al mismo tiempo, hace como dos años, y ya casi nadie los recuerda, como si hubiera que tratarlos como a los verdaderos poetas panameños que no figuran en ninguna lista ni oficial ni privada, “lainop” que publican inocentemente los diarios sin importarles que lo confeccionan funcionarios engomados después de una noche de fiesta con banqueros, abogados y prostitutas.
Acá en la capital de “la tierra de los cholos”, en dos años me he enterado de que se han ido para donde san Pedro varios “desculapollos” del mercado y con ellos algunos sacadores de “tripas de pescao”, que ya eran amigos míos y que sentía que los amaba tanto como a Cornelio, Muffy y Jerónimo Antonio (los perros de mis nueras), se están muriendo por tomar el “pichurro”, que no es más que alcohol de la tienda con agua. Con un frasco de alcohol de 45 centavos sacan dos “lengua de vaca”, como le dicen en Capira a la pacha de seco.
Tanto los médicos tomadores del café del Boulevard como los de Dos Continentes me afirman que esa bebida llamada “pichurro” es fatal para vísceras y órganos como el hígado y los riñones.
El “pichurrero” jamás se cae como el borracho que provoca miles de muertes por accidentes de tránsito. El “pichurrero” es de un estrato social muy bajo, siempre anda atarantado y medio agüevao por lo que no se cae ni busca problemas, pero sí en cualquier momento se choca de boca contra el planeta, vomitando trozos de sangre para morir con una palidez inaudita.