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Sinhogarismo en Panamá
El derecho humano a una vivienda digna se encuentra consagrado en varios instrumentos de derecho internacional incluyendo el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales firmado por Panamá.
El término “Sinhogarismo” corresponde a aquellas personas que por una u otra razón no cuentan con una vivienda y por ende se ven obligadas a vivir en la intemperie, tampoco cuentan con una red de apoyo familiar, una comida caliente segura ni acceso a una atención médica adecuada; usualmente se suele referir a ellos como indigentes, piedreros, orates entre otros términos despectivos.
Recientemente opté por utilizar el Metro para desplazarme por la ciudad y con pesar he podido observar personas durmiendo debajo de puentes (bajo sol y lluvia) entre otras cosas, una realidad muy triste y desalentadora tomando en cuenta que Panamá, a pesar de ser un país con recursos, estos se encuentran mal distribuidos llevando a personas a vivir en condiciones infrahumanas.
Cuando vemos a estas personas muchas veces es más fácil juzgar y asumir que se encuentran en esas condiciones por “las decisiones que tomaron”, lo cierto es que, más allá de las razones por la cual una persona se encuentra en esa situación, llama mi atención ver que, en Panamá, este fenómeno ha ido en crecida. Puede que algunas de estas personas sufran de algún problema de salud mental como adicción a las drogas u otras condiciones para las cuales no cuentan con acceso a la atención y tratamientos médicos adecuado.
El derecho humano a una vivienda digna se encuentra consagrado en varios instrumentos de derecho internacional incluyendo el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales firmado por Panamá, y que incluso en su artículo 11 reconoce como derecho inherente a un nivel de vida adecuado, una vivienda apropiada e incluso vestido y alimentación comprometiendo a los estados firmantes a tomar las medidas necesarias para cumplir con estas condiciones básicas a fin de salvaguardar la dignidad humana de todos y todas.
Por otra parte, lo anterior no hace referencia a una obligatoriedad por parte del Estado de proporcionar una vivienda física sin costo alguno, no obstante, sí que es necesario tener algún protocolo de atención para sacar a estas personas de las calles y aunado a que, dada la difícil situación económica del país no viene fácil el adquirir, alquilar una vivienda, ni siquiera un cuarto, el costo de todo sigue subiendo, la gasolina y por ende la comida lo cual dificulta cada vez más mantener una calidad de vida aceptable y asimismo lo vemos reflejado en la creciente ola de personas sin hogar en las calles.
Un rayo de luz son las fundaciones afines a la iglesia o tal como por ejemplo, el Centro San Juan Pablo II, que alberga a personas sin hogar y les proporciona un plato de comida caliente en miras de alivianar esta problemática, pero lo cierto es que el “sinhogarismo” no puede ser abordado desde la filantropía y la solución no puede recaer en las donaciones, es más que necesario que nuestros gobernantes presten atención, desciendan de su privilegio y den un vistazo a las calles de manera que se pueda formular a través de políticas públicas e inversión presupuestaria real una solución que mitigue el problema de las personas sin hogar.