sucesos

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Grisel Bethancourt / Crítica

El accidente aéreo del helicóptero SAN 100 dejó huellas imborrables de dolor, miedo y silencio.

Tras seis años del hecho ocurrido en la transitada Calidonia, muchos son los testimoniales que cuentan parte de lo sucedido. Un grupo considerable de comerciantes emprendió hace cinco años un proceso ante la justicia panameña, sin obtener hasta el momento una respuesta.

Diego: ‘Lloré como un chiquillo’

Diego Aguilar sigue en el mismo lugar de hace 6 años, ahora es un vendedor de productos comestibles, aquel 29 de mayo preparaba los helados que ofrecía en la acera del almacén Banana Price, cuando vio a los tripulantes del SAN-100, ya averiado, hacer señas con pañuelos.

La explosión lo confundió, al mirar quedó en “shock”, ver los cuerpos destrozados, una escena de caos, que lo devolvió a la realidad a los tres días de ocurrido el siniestro.

“Comencé a llorar, llorar como un chiquillo”, narró Diego, hoy, se identifica a todas luces con la tragedia. En su quiosco tiene reflejado en un dibujo al SAN-100, en el cual expresa todas las reclamaciones por daños morales que se mantiene en la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia.

Asegura estar medicándose, a raíz de la tragedia, sufre de ansiedad y tuvo que buscar a nivel privado ayuda psiquiátrica. No tolera ver una nave aérea, ni sentir el ruido de bombitas o fuegos artificiales.

Esto lo confirma Carlos Estrada, otro vendedor del quiosco Jeremías 1-19 de venta de celulares, quien recordó haber visto el helicóptero ingresar por encima del almacén Créditos Mundiales. “Miré por una ventanita del local, el helicóptero chocó con el almacén Banana Price, se sintió el golpe, cayeron un montón de piedras, de los buses se tiraron a la calle por las ventanas las personas, fue un ruido estrepitoso, un caos.

“Salí llorando de los mismos nervios”, contó Estrada.

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