Trabajaba de día y estudiaba de noche en el Instituto Moderno en 1958, época en que llegó a la capital en busca de mejores oportunidades para superarse. Así inicia Don Mín este conversatorio, quien además subraya que, perfectamente se acuerda que ese colegio funcionaba en las aulas del Instituto Nacional, en la noche, sólo se pagaba B
10.00 mensuales por la enseñanza y fue allí donde logró graduarse de Bachiller en Comercio; seguidamente hice estudios de Administración Pública en la Universidad de Panamá.
Soy oriundo de El Hato de Guararé, pero resido en Cáceres de Arraiján, mi padre Aquilino Acevedo y mi madre Margarita Ríos de Acevedo (q.e.p.d.), mi esposa Silvia de León de Acevedo y mis hijos, �lvaro, Benjamín, Eduardo Javier y Verónica del Rocío.
Cuando tenía alrededor de siete años, comencé a cantar en mi tierra natal en veladas escolares, veladas campesinas, que organizaban los maestros de El Hato. Recuerdo así el primer verso me lo consiguió el maestro Demetrio Jaén, quien me estimaba bastante, cuya décima se titulada, Un arroyo que corría, de Benjamín Min Rivera de Sabana Grande.
Señala Don Mín que: "cuando iba a visitar a mis abuelos, que vivían cierta distancia del Hato, algunas familias me llamaban a sus casas que quedaban a orillas del camino real, para que yo les cantara. Yo les decía que sí, pero si me daban medio, por aquel tiempo existía una moneda que se llamaba medio o la mitad de un real. Yo les cantaba y los señores complacidos me daban hasta un real, además de café con leche, tortilla y queso".
APRENDIO PRACTICANDO
En el arte de cantar, no llegué a tener maestro, aprendí con los cantadores de la época, oyéndolos solamente, (Narco Cigarruista, Severeino Medina, Juan Garrido, Félix Pérez, Mín Domínguez y otros), recuerdo que, cuando iba a los velorios de la cruz, me pasaba la noche oyendo a los cantores y después yo practicaba en el camino, en la casa, en las juntas de embarre, donde la gente me subían a un tanque (tendría 11 años) y la gente me rodeaban para oírme.
A los veinte años viajé a la capital con apenas sexto grado, en mi haber cultural, trabajé como obrero con el pico y la pala, fui cadenero, ayudante a agrimensor, botones en un hotel, también trabajé como oficinista en la N.C.R., por los años setenta pasé a la Contraloría, donde ocupé una modesta posición de Analista de Sistema y Procesamiento.
LE GUSTA LA DECIMA
En otro aspecto de la cultura, el señor Acevedo dice que le gusta cantar décimas de la tierra, sobre todo de corte tradicional, (pasajes, cuentos, leyendas, faena campesina), también le gusta cantar décima de filosofía, donde se le canta al hombre frente a la vida y la muerte, al igual que los hechos históricos, la creación, Cristo y trascendencia universal.
En cuanto a los poetas que más interpreta, están José Franco, Carlos Changmarín, Carlos González Bazán y últimamente al ocueño Daniel González Ducreaux, además de sus propias inspiraciones.
En lo referente a las cantaderas, manifiesta que es una de las más bellas manifestaciones de nuestro folclor y considera necesario mantenerla en toda su pureza, ya que de esta forma logramos fortalecer nuestra identidad nacional.
Concluye manifestando que, hay que rescatar el buen canto, el valor del cantor como artista y cuando exista la controversia, esta debe darse con moderación y altura.
REPRESENTO A PANAMA
Todos estos lineamientos, le han servido para representar a Panamá en países como, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, República Dominicana, Guatemala, México y la antigua Alemania Oriental, donde asistió al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, acompañando a un grupo folclórico de Panamá.
Así concluye, la conversación con uno de los grandes trovadores que ha dado Azuero y que ha dejado muy en alto el nombre de Panamá ante las naciones del mundo, a través de la décima y el verso, expresión autóctona de nuestro pueblo.
