Mediocridad aburre a Messi
El mejor Barça de la historia enterró el miércoles, en Mestalla, un ciclo triunfal de seis años y dieciséis títulos. Una decadencia que empezó ya hace dos
El mejor Barça de la historia enterró el miércoles, en Mestalla, un ciclo triunfal de seis años y dieciséis títulos. Una decadencia que empezó ya hace dos temporadas y que puede explicarse a través de varios nombres propios.
Leo Messi:
Es cierto que, desde que se lesionó el bíceps femoral, no volvió a ser el mismo y también que, a la vuelta de la esquina, hay un Mundial que nunca ganó. Pero lo que le pasa a Messi es mucho más sencillo.
Ni está acabado ni juega mermado ni su cabeza está en Brasil. El mejor futbolista del planeta acaba por aburrirse entre tanta mediocridad. Pasado de disfrutar como un niño en el recreo, a tener que buscarse la vida en cada partido.
Antes era la estrella del mejor equipo de la historia. Ahora, jugar en este Barça es como hacerlo con la vulgar Argentina, pero, además, dos veces por semana. Es como si ahora le obligaran a ir cada día a la oficina.
Messi solo tiene 26 años. Así que, o el club se sienta con él, le renueva por enésima vez y le construye un nuevo equipo a su medida o debe venderlo.
Xavi Hernández:
Si el Barça sin Messi es medio Barça, sin Xavi ni siquiera es el Barça. Hernández es el ADN de este equipo. La decadencia del conjunto azulgrana se explica a través de Xavi, que cada vez tiene menos incidencia en el juego.
Por primera vez en tres años, asegura que juega sin dolor. Martino lo dosificó más que nunca, pero a Xavi lo único que le sigue yendo rápido es la cabeza. A sus 34 años, las piernas no le responden.
Dani Alves:
Alves es el paradigma de lo que pasó a muchos jugadores de este equipo: empachados de títulos, emborrachados de gloria, convirtieron la ilusión por ganar en rutina y han seguido jugando a fútbol casi por inercia y olvidaron de que para mantenerse en lo más alto deben seguir dedicándose a esta profesión en cuerpo y alma.
Los dos goles del Madrid en la final empezaron con dos pérdidas suyas, y muchos de los tantos que encajó el Barça esta temporada llegaron después de que le ganaran su espalda, y sus errores causaron el disgusto de sus compañeros.
Cesc Fàbregas:
Cesc se empeñó en volver y el Barça en recuperarlo y, tres años después, cada vez parece más claro que ambos se equivocaron. Su juego anárquico de ida y vuelta necesita espacios por los que aparecer para descoser la defensa rival.
Con Fàbregas, el Barça es sencillamente peor, porque para que encaje en el once hay que tocar lo que funciona: alejar a Iniesta del área de influencia, enviar a Neymar a su banda mala o sacar a Messi del centro del ataque, donde hace daño.
Gerardo Martino:
Le metió cuatro al Rayo en Vallecas y en los días siguientes se le puso en la picota porque el Barça perdió la posesión en aquel partido. A partir de ahí no entendió nada.
Llegó asegurando que entrenar al mejor equipo de la historia era un regalo, y nueve meses después se va hastiado. La historia del “Tata” en el Barça es la de un hombre devorado por el entorno del club y por la aureola de unos jugadores a los que decidió dirigir “desde la admiración” tras verlos por la tele ganar todo.