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Los musulmanes rohingya, borrados del mapa en Myanmar

Abdul Kareem, un musulmán rohingya, lleva a su madre, Alima Khatoon, hasta un campo de refugiados tras cruzar desde Myanmar a Bangladesh, en Teknaf, Bangladesh. AP

Abdul Kareem, un musulmán rohingya, lleva a su madre, Alima Khatoon, hasta un campo de refugiados tras cruzar desde Myanmar a Bangladesh, en Teknaf, Bangladesh. AP

Por: Myanmar / AP -

Durante generaciones, los musulmanes rohingya han tenido su hogar en Myanmar. Ahora, en lo que parece una purga sistemática, esta minoría étnica está siendo literalmente borrada del mapa.

Tras una serie de ataques de milicianos musulmanes el mes pasado, fuerzas de seguridad y turbas aliadas respondieron quemando miles de viviendas rohingya en el país, de mayoría budista.

Más de 500.000 personas _en torno a la mitad de su población_ han huido a la vecina Bangladesh en lo que va de año, la mayoría en las últimas tres semanas.

Y la gente sigue marchándose, hacinada en botes de madera para llegar a unos campos de refugiados en Bangladesh abarrotados y anegados por las lluvias del monzón. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha calificado las penurias de los rohingya de limpieza étnica. Y a pesar de las afirmaciones del martes de la líder de Myanmar Aung San Suu Kyi, pocos creen que alguna vez sean bienvenidos si regresan.

“Esta es la peor crisis en la historia de los rohingya”, dijo Chris Lewa, fundador del Arakan Project, que trabaja para mejorar las condiciones para esta minoría étnica, citando la enorme escala y rapidez del éxodo. “Las fuerzas de seguridad han ido quemando pueblos uno a uno, de una forma muy sistemática. Y sigue en marcha”.

Un hombre rohingya lleva a dos niños a la orilla en Shah Porir Dwip, Bangladesh, tras llegar en un barco desde Myanmar. 

A través de una red de observadores, Lewa y su agencia documentan de forma meticulosa los pueblos quemados total o parcialmente en tres municipios del estado norteño de Rakhine, donde vivía la gran mayoría de los 1,1 millones de rohingya de Myanmar.

Es una labor agotadora, ya que hay cientos de aldeas y resulta casi imposible verificar la información porque el Ejército ha bloqueado el acceso a la zona. Imágenes por satélite publicadas el martes por Human Rights Watch muestran amplias extensiones de terreno chamuscado y la destrucción casi total de 214 poblados.

El Arakan Project ha determinado que casi todas las poblaciones en el municipio de Maungdaw sufrieron incendios, y que casi todos los rohingya han abandonado la región de Maungdaw.

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De los 21 poblados rohingya en la zona de Rathedaung, al norte, sólo cinco no habían sido atacados. También se incendiaron tres campos para rohingya desplazados en los altercados de hace cinco años.

Buthidaung, al este, se ha librado en su mayor parte por ahora. Es el único municipio donde las operaciones de seguridad parecen limitadas a las zonas donde se produjeron los ataques de milicianos rohingya que desencadenaron la campaña de persecución.

Los rohingya tienen una larga y difícil historia en Myanmar, donde muchos de los 60 millones de habitantes les miran con desdén.

Aunque los miembros de esta minoría étnica llegaron hace generaciones, los rohingya fueron despojados de su ciudadanía en 1982, lo que los despojó de casi todos los derechos y los convirtió en apátridas. No pueden viajar libremente, practicar su religión ni trabajar como maestros o médicos, y tienen un pobre acceso a atención médica, alimentos o educación.

Naciones Unidas los considera una de las minorías religiosas más perseguidas del mundo.

Aun así, si no fuera por su seguridad, muchos preferirían vivir en Myanmar que verse obligados a huir a otro país que no les quiere.

“Ahora ni siquiera podemos comprar plástico para hacer un cobertizo”, dijo Kefayet Ulah, de 32 años, en el campo en Bangladesh donde lucha con su familia por sobrevivir día a día.

Humo y llamas en Myanmar vistas desde el lado bangladeshí de la frontera, cerca de la zona de Teknaf, en Cox's Bazar. 

En Rakhine tenían tierras de cultivo y una pequeña tienda. Ahora no tienen nada.

“Nuestro corazón llora por el hogar”, dijo entre lágrimas. “Incluso el padre de mi abuelo nació en Myanmar”.

Esta no es la primera huida masiva de los rohingya.

Cientos de miles huyeron en 1978 y de nuevo a principios de la década de 1990, escapando de persecución militar y del gobierno, aunque más tarde se aprobaron medidas que permitieron regresar a muchos. La violencia local en 2012, durante la transición del país hacia la democracia tras medio siglo de dictadura, hizo que otros 100.000 huyeran en barco. Unos 120.000 siguen atrapados en campos en unas condiciones similares a las del apartheid a las afueras de la capital de Rakhine, Sittwe.

Pero ningún éxodo ha sido tan repentino y numeroso como el actual.

La campaña militar es una represalia a una serie de ataques coordinados de milicianos rohingyaliderados por Attaullah Abu Ammar Jununi, nacido en Pakistán y criado en Arabia Saudí.

Los milicianos atacaron el pasado octubre varios puestos policiales, matando a agentes y provocando una brutal respuesta militar que hizo huir a 87.000 rohingya. Después, el 25 de agosto, al día siguiente de que una comisión nombrada por el estado y liderada por el exjefe de la ONU Kofi Annan publicara un reporte sobre esos incidentes, los milicianos volvieron a actuar.

Atacaron más de 30 puestos policiales y militares y causaron bajas.

Era la excusa que querían las fuerzas de seguridad. Golpearon rápido y con dureza. Junto con turbas budistas, quemaron pueblos, mataron, saquearon y violaron.

Eso hizo huir a 412.000 personas, según las estimaciones del lunes por la noche publicadas por Naciones Unidas.

“La represión militar parece una trama cínica para trasladar a la fuerza a gran número de personas sin posibilidad de regreso”, dijo este mes en Ginebra Zeid Ra’ad al-Hussein, alto comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos, que lo describió como “un ejemplo de manual de limpieza étnica”.

Podrían pasar meses antes de que quede claro el nivel de devastación porque el ejército ha bloqueado el acceso a las zonas afectadas. Yanghee Lee, enviado especial de la ONU para la situación de derechos humanos en Myanmar, dijo que habían muerto al menos 1.000 civiles. El gobierno birmano dice que murieron 400 personas, la inmensa mayoría milicianos rohingya. La cifra oficial de civiles muertos es de 30.

Está por ver que esto sea el final de los rohingya en Myanmar, señaló Richard Hosey, analista político en Yangón. Esto depende en parte de los acuerdos a los que lleguen Bangladesh y Myanmar para su regreso futuro y del alcance de la destrucción.

“Seguimos esperando a una visión general de cuántas aldeas se han despoblado en comparación con cuántas se ha destruido”, dijo.



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