Navidad

Mi hija Alexandra hoy me en envió un pensamiento que evoca profundas reflexiones. Transcribo parte, que para mí, tiene un significado grande: "...no todo depende del tiempo, sino de la actitud con que se mira la vida. El tiempo es como un río, nunca podrás tocar sus aguas dos veces, porque el agua que pasó ya no pasará de nuevo...". Sabio, aplica a mucho de lo que vivimos.
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Navidad

Por: José Raúl Mulino, exministro de Seguridad -

Sin lugar a dudas, una fecha para muchas cosas buenas.  Para mí, aparte del significado y de agradecer por lo recibido, es tiempo de profundas reflexiones frente a la responsabilidad que tengo.  Han sido tiempos difíciles en todo sentido, pero vendrán mejores,  con los vientos de cambios que se aproximan.

Hoy deseo hacer una reflexión integral, necesaria para comprender la magia de la fecha.  Por alguna razón que no asocio a nada, la Navidad me resulta triste.

Obviamente se celebra, pero hay en el fondo, por lo menos para mí, un dejo de tristeza. Pienso en mucho de lo vivido.  Hace rato aprendí a vivir día a día, por lo que el futuro lo dejo al destino. 

Pienso en lo ido, en el ayer, sean cosas o personas, momentos tristes y felices, en lo importante que es tener salud, en lo necesario que es sentirse útil, en disfrutar a los hijos y en agradecer los nietos que pronto en mi vida iniciarán su llegada. En la familia, que al final es lo que queda.  Por mi madre, viva aún. Un brindis personal por todo ello.

Pero en medio de tanto, siento al país, el que demanda mucho más en compromisos que en promesas, que avanza sin rumbo, aunque pareciera que una mano amiga no nos deja caer en el despeñadero.  A pesar de problemas serios, pero con solución, hay que enfrentar aquellos, los que atañen al comportamiento nuestro, los que denotan abandono,  miseria humana y deslealtad. 

Esos preocupan más que los materiales.  Sin embargo, pasan desatendidos, como los matices de grises que nos da la vida.

No puedo ignorar a los amigos presos. Imposible creer que la mal llamada justicia, sea la selectividad perversa de los que mandan.

Todos deben ser investigados si es del caso, pero no cumplir condenas anticipadas por capricho imperdonable de los que se dicen "decentes e impolutos",  cuando el tiempo los desnudó, dejando al desamparo su verdadero yo y el de sus auspiciadores. 

No es en vano pedir libertad, y que dejen que en algún momento, cuando haya mejor justicia, se aclaren hechos y circunstancias.  Piensen en que todo esto termina en 18 meses y que es imposible vivir acumulando más odios y enemigos que genuinas y humanas realizaciones.

Es una Navidad que a los copartidarios nos toma divididos y no necesariamente por la mitad. Por primera vez, y sin maquillaje, se confronta lealtad y deslealtad. No por falta de democracia interna, que no es el punto, sino porque al amigo caído se le da la mano, no se le pisa la cabeza. No es cuestión de quién más jamones o juguetes reparte hoy, se trata de pensar en un valor único e indivisible que será, en definitiva, el que saldrá a relucir o no el día de la decisión el 21  de enero. Pero apelo a ese valor, a la lealtad, en esta fecha, como deseo para alcanzar mejores tiempos. 

Mi hija Alexandra hoy me en envió un pensamiento que evoca profundas reflexiones.  Transcribo parte, que para mí, tiene un significado grande: "...no todo depende del tiempo, sino de la actitud con que se mira la vida.  El tiempo es como un río, nunca podrás tocar sus aguas dos veces, porque el agua que pasó ya no pasará de nuevo...". Sabio, aplica a mucho de lo que vivimos.

¡Feliz Navidad, de  nuestra parte!



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