Viernes 17:30 p.m. Vía Crucis: Papa denuncia conformismo
"Nos dejamos llevar por la apatía y la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado y ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente", dijo Francisco.
El papa Francisco denunció este viernes el conformismo que dijo es la "droga más consumida hoy" y que impide reconocer el sufrimiento que nos rodea, durante su discurso en el Vía Crucis que se celebró durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá.
"Nos dejamos llevar por la apatía y la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado y ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente", dijo Francisco.
Mientras que, denunció Francisco, es mucho más fácil "estar cerca del que es considerado popular y ganador" y caer en la "cultura del bullying, del acoso y de la intimidación".
En el Via Crucis, uno de los actos fijo en la JMJ y al que asistieron 400.000 personas según la organización, se denunció el sufrimiento de inmigrantes, indígenas, de las víctimas de los desastres naturales y de la violencia contra la mujer, entre otros.
En su meditación, el papa explicó que el dolor del cristo crucificado se prolonga "en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia, educación; que no pueden jugar, cantar, soñar..."
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Fotos: Edwards Santos
También Francisco citó a "las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad", y en "los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por la falta de educación y trabajo digno".
Recordó a las personas que caen en "las redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan de sus vidas", y en las familias afectadas por "la espiral de muerte a causa de la droga, el alcohol, la prostitución y la trata".
Se denunció cómo algunos jóvenes "perdieron la capacidad de soñar" y se "jubilan" con "el sinsabor de la resignación y el conformismo, una de las drogas más consumidas en nuestro tiempo".
El pontífice también citó a quienes "son señalados y tratados como los portadores y responsables de todo el mal social", en referencia a los migrantes.
También habló del sufrimiento de los ancianos, de los pueblos originarios a quienes "se despoja de sus tierras, raíces y cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría que pueden aportar".
Y hubo espacio también para la defensa del ambiente y de denunciar que el hombre está amenazando la Tierra, "pisoteada por el desprecio y el consumo enloquecido que supera toda razón."
El papa lamentó "una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor".
El papa habló entonces de la Virgen María, inspiradora de esta JMJ, como ejemplo de fortaleza.
Y entonces pidió aprender de "la fortaleza de María para decir 'sí' a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso", o a los familiares que ayudan a sus hijos cuando "están en la mala".
Y aprender también "a recibir y hospedar a todos aquellos que han sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus raíces, sus familias y trabajos".
El papa concluyó este Via Crucis, que fue protagonizado por los países de América que representaron cada estación, pidiendo que la Virgen rescate a los fieles "de la parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación".
El Texto Completo:
Señor, Padre de misericordia, en esta Cinta Costera, junto a tantos jóvenes venidos de todo el mundo, hemos acompañado a tu Hijo en el camino de la cruz; ese camino que ha querido recorrer para mostrarnos
cuánto nos amas y cuán comprometido estás con nuestras vidas.
El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina y padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos.
También nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía y la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar.
Siempre la misma tentación. Es más fácil y “pagador” ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador.
Qué fácil es caer en la cultura del bullying, del acoso y de la intimidación.
Para ti no es así Señor, en la cruz te identificaste con todo sufrimiento, con todo aquel que se siente olvidado.
Para ti no es así Señor, pues quisiste abrazar a todos aquellos que muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una caricia, de una bendición; o, peor aún, ni nos damos cuenta de que lo necesitan.
Para ti no es así Señor, en la cruz te unes al vía crucis de cada joven, de cada situación para transformarla en camino de resurrección.
Padre, hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga:
en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia, educación; que no pueden jugar, cantar, soñar...
en las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad; en los ojos tristes de los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por la falta de educación y trabajo digno;
en la angustia de rostros jóvenes, amigos nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos ―entre ellas también se encuentran personas que dicen servirte, Señor―, redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan de sus vidas.
El vía crucis de tu Hijo se prolonga en tantos jóvenes y familias que, absorbidos en una espiral de muerte a causa de la droga, el alcohol, la prostitución y la trata, quedan privados no solo de futuro sino de presente. Y así como repartieron tus vestiduras, Señor, queda repartida y maltratada su dignidad.
El vía crucis de tu Hijo se prolonga en jóvenes con rostros fruncidos que perdieron la capacidad de soñar, de crear e inventar el mañana y se “jubilan” con el sinsabor de la resignación y el conformismo, una
de las drogas más consumidas en nuestro tiempo.
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Se prolonga en el dolor oculto e indignante de quienes, en vez de solidaridad por parte de una sociedad repleta de abundancia, encuentran rechazo, dolor y miseria, y además son señalados y tratados como los portadores y responsables de todo el mal social.
Se prolonga en la resignada soledad de los ancianos abandonados y descartados. Se prolonga en los pueblos originarios, a quienes se despoja de sus tierras, raíces y cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría que pueden aportar.
El vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito de nuestra madre tierra, que está herida en sus entrañas por la contaminación de sus cielos, por la esterilidad en sus campos, por la suciedad de sus aguas, y que se ve pisoteada por el desprecio y el consumo enloquecido que supera toda razón.
Se prolonga en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor.
Sí, Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, consume el drama de su propia frivolidad.
Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos que hemos aprendido a invisibilizar?
Y nosotros, Padre de misericordia, ¿Consolamos y acompañamos al Señor, desamparado y sufriente, en los más pequeños y abandonados?
¿Lo ayudamos a cargar el peso de la cruz, como el Cireneo, siendo operadores de paz, creadores de alianzas, fermentos de fraternidad?
¿Permanecemos al pie de la cruz como María?
Contemplamos a María, mujer fuerte. De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz. Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos. Ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu
Hijo; sostenerlo en la mirada y cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujerfuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza.
Nosotros también queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado.
De María aprendemos a decir “sí” al aguante recio y constante de tantas madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar a sus hijos y nietos cuando “están en la mala”.
De ella aprendemos a decir “sí” a la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar en situaciones que parecen que todo está perdido, buscando crear espacios, hogares,
centros de atención que sean mano tendida en la dificultad.
En María aprendemos la fortaleza para decir “sí” a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión y trabajan para brindar oportunidades y
condiciones de seguridad y protección.
En María aprendemos a recibir y hospedar a todos aquellos que han sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus raíces, sus familias y trabajos.
Como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar
a todo emigrante como portador de mal social.
De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz, no con un corazón blindado y cerrado, sino con un corazón que sepa acompañar, que conozca de ternura y devoción; que entienda de piedad al
tratar con reverencia, delicadeza y comprensión. Queremos ser una Iglesia de la memoria que respete y valorice a los ancianos y reivindique su lugar.
Como María queremos aprender a “estar”.
Enséñanos Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación. Enséñanos a
decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en su corazón.