Caminar
Ofrecí pagar la propina que sea con tal de no hacer esas dos diligencias. Imaginaba problemas de estacionamiento, filas, espera en sitios sin comodidades y tráfico endiablado
Ofrecí pagar la propina que sea con tal de no hacer esas dos diligencias. Imaginaba problemas de estacionamiento, filas, espera en sitios sin comodidades y tráfico endiablado de finales de cualquier día de trabajo en la capital. La empresa que por más de tres años hizo esas diligencias no aceptó. Ya había terminado mi compromiso económico con ella. Tenía que buscar personalmente los certificados de paz y salvo. Me pasé una semana “mentalizándome” y planificando la operación. Me juré no protestar si ocurrían problemas.
Al fin me decidí por un viernes de quincena. La primera sorpresa fue que solo tuve que dar dos vueltas por el Parque Porras buscando estacionamiento. A cuatro cuadras de mi objetivo encontré un sitio con estacionómetro, apartado que creía no existían. Lo llené de monedas temiendo una larga espera en el Municipio de la capital.
Me equivoqué y como persona honesta tengo que admitirlo. Digo a mis alumnos de Periodismo que así como se critica, también hay que aplaudir lo bueno. Solo fue necesario preguntar en dos lugares cómo llegar a la oficina. ¡Sorpresa! Estaba casi vacía. Una joven no me dejó sentar y me atendió. Con las modernas computadoras tuve el documento en menos de un minuto. Ahora me quedaba ir al Departamento de Tránsito de la Policía. Después de “torear” taxis acelerados y metrobuses que se creen “dueños de las calles”, llegué al sitio. Una pregunta me condujo a la pequeña oficina. Como hago a veces puse cara de “despistado”. Creo que las canas también me ayudaron porque una señora se ofreció hacer la diligencia... en menos de un minuto.
Al salir pensé que los jefes y jefecitos deberían caminar más a menudo por los lugares donde trabajan. No deben solo buscar funcionarios mediocres, sino felicitar a los buenos. Claro que para llegar al Municipio pasé por aceras rotas, con huecos. Un lote baldío que pudiera convertirse en estacionamiento estaba abandonado. Varias plantas de sandía lo cubrían. De la basura ni hablar. No tenía tanta, pero la suficiente para ser un peligro social. Casas sin pintar, en mal estado se veían por allí. Bueno, ¡no todo puede ser perfecto!