El país de las maravillas
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Quien haya escuchado el discurso del presidente Juan Carlos Varela pensará que vivimos el mítico relato del “país de las maravillas” y que solo nos falta Alicia, su personaje central, para completar el idílico cuadro.
Paz social, decencia, crecimiento económico, economía sana, ausencia de corrupción, tolerancia a la crítica, honestidad, miles de kilómetros de carretera, estabilización de los precios de productos de primera necesidad, seguridad, empleos, son algunos de los "logros" que, según ha dicho el mandatario, se ha alcanzado en este quinquenio.
¡Nada más falso! Y no lo afirmamos, solo por llevar la contraria, como se dice en buen panameño, ya que los hechos, percibidos por la ciudadanía, desmienten las aseveraciones del señor presidente.
Inseguridad, crímenes y delincuencia galopante son el pan nuestro de cada día, represión a las manifestaciones populares, como la última a un grupo de educadores que protestaban pacíficamente frente a la sede del Meduca o los violentos desalojos a precaristas o la disolución de marchas de gente pobre que exige agua, son una realidad innegable.
Qué decir de la especulación con los precios de los artículos de primera necesidad, producto del control de precios de emergencia que, al igual que el programa Barrios Seguros, ha resultado un fracaso total.
La selectividad en la administración de justicia, donde se protege al amigo y se persigue al enemigo, llevando en banda los principios fundamentales del debido proceso y la presunción de inocencia, de los opositores al actual gobierno.
El discurso de Varela no era sobre Panamá, sino sobre la vida en un imaginario Estado, donde todo es felicidad; pero en realidad los dichos del mandatario no representan otra cosa que la demagogia del cinismo.