El paraguayo de oro
«En plena Guerra del Chaco, mientras los campesinos de Bolivia y Paraguay marchaban al matadero, los futbolistas paraguayos jugaban fuera de fronteras recogiendo dinero para los muchos
«En plena Guerra del Chaco, mientras los campesinos de Bolivia y Paraguay marchaban al matadero, los futbolistas paraguayos jugaban fuera de fronteras recogiendo dinero para los muchos heridos, que caían sin amparo en un desierto donde no cantaban los pájaros ni dejaba huellas la gente. Así llegó Arsenio Erico a Buenos Aires, y en Buenos Aires se quedó. Fue el paraguayo el máximo goleador del campeonato argentino en todos los tiempos. Erico metía más de cuarenta goles por temporada.
»Él tenía, escondidos en el cuerpo, resortes secretos. Saltaba el muy brujo, sin tomar impulso, y su cabeza llegaba siempre más alto que las manos del arquero, y cuando más dormidas parecían sus piernas, con más fuerza descargaban de pronto latigazos al gol. Con frecuencia, Erico azotaba de taquito. No hubo taco más certero en la historia del fútbol.
»Cuando Erico no hacía goles, los ofrecía, servidos, a sus compañeros. Cátulo Castillo le dedicó un tango:
»Pasará un milenio sin que nadie
repita tu proeza
del pase de taquito o de cabeza.»
Así reseña con excepcional elocuencia el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su libro titulado “El fútbol a sol y sombra”, la carrera futbolística de Arsenio Pastor Erico Martínez, quien nació en 1915 en Asunción, Paraguay. Erico llegó a ser un ídolo tan popular en Argentina que la fanaticada lo bautizó con un montón de apodos.
De ahí que el impresionante nuevo estadio del Independiente de Avellaneda, ahora denominado el estadio Libertadores de América, se haya reinaugurado oficialmente en octubre de 2009 con un importante sector de plateas que lleva su nombre. Y de ahí que concluya así mismo el periodista José María Troche, en el diario ABC Digital de Asunción: «Con justicia el estadio de Nacional lleva su nombre, el mismo que una tribuna del estadio de los Defensores del Chaco. Lo triste es que Erico nunca pudo jugar en la selección, perdiendo la Albirroja a su figura más rutilante de todos los tiempos.»
Es que pudiera ser que nosotros también obtengamos muchos logros en esta vida y, sin embargo, no lleguemos a participar en la Copa celestial, acompañados de la selección compuesta por los miembros de nuestra familia. Ya que es posible en el caso nuestro, hagamos lo necesario para asegurar nuestra participación en la gloriosa inauguración de esa Copa, que son las bodas del Señor Jesucristo, llamado el Cordero de Dios.