La cantina

Penonomé también tiene entre muchos atractivos turísticos, una cantina que quedará en la historia por los personajes que la han visitado. Dos de ellos para comenzar: Omar

Julio César Caicedo Mendieta / Crítica

Penonomé también tiene entre muchos atractivos turísticos, una cantina que quedará en la historia por los personajes que la han visitado. Dos de ellos para comenzar: Omar Torrijos y Gabriel García Márquez. El primero que siempre acudía con mucha regularidad por el coñac y dos huevos crudos que se tragaba antes del primer trago. Y el segundo atraído por el nombre quizás o porque Torrijos lo mandó escoltado al darse cuenta de lo agobiado que estaba el ilustre visitante aquella vez que vino.

Omar, que como general, nunca tuvo horario establecido para trabajar, acudía con más frecuencia en las noches de octubre que en cualquiera de los otros meses, él sabía que la “Culoeperro” estaba abierta las 24 horas para él y para el mundo entero.

La cantina “Culoeperro” de la muy noble familia de descendencia española de José Manuel Sáa, fue fundada el 22 de octubre de 1968 con ese nombre porque el que tenía era muy tenebroso, y se ubicaba frente al mercado de Penonomé: “La Morgue”, le decían la Morgue porque los dueños anteriores eran inconmensurablemente cochinos y decuidados. Luego en 1976 se mudó para la parte trasera del mercado público para un inmueble más decoroso, y estaba abierta las 24 horas seguidas, hasta que se impuso la “ley zanahoria” en todo el país.

A mí me encantó la visita porque fui con un líder comunitario del corregimiento “El Potrero”, a quien no le gustó mucho que yo le dijera ufano que he conocido en tres años 33 de los 44 corregimientos de la provincia coclesana, a lo que él me increpó que yo debí comenzar mi periplo visitando la “Culoeperro”. Y créanme esa cantina tiene el misterio de hombres conocedores de mujeres como lo fueron ¿Digo yo? Omar Torrijos y García Márquez, porque una dama que jugaba maquinitas a mi paso, me dijo admirada y en voz alta y cadenciosa tanto que yo me lo creí: “De qué revistas saliste, lindo”…Yo le contesté quitándome el sombrero susurrándole al oído —Me están esperando belleza. Gracias—.



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