La proeza del poeta atómico

Por: Julio César Caicedo Mendieta Colaborador -

Siempre, siempre, siempre soñé con que el poeta atómico y también panameño Javier Hernández antes de que cumpliera sus 99 años de edad, algún día me pagara un café en el Boulevar Balboa o un trago en el bar el escondite de Pedregal. Pero al parecer, no va a poder ser realidad ese sueño tan pendejo porque en el arnulfismo, alguien desde sus soberbias demencias dejó como una ley no escrita el desconocer a sus héroes, y además lo que significó el carisma del Dr. Arnulfo Arias Madrid. Los "ñames" jamás han favorecido a Javier, en nada... algunos, pero tan solo con el abrazo y la jerga criolla que los caracteriza, pero de allí a mejorarle su paila de guacho o subirle al sitial que se merece, por lo que hizo y ha escrito con rabos de relámpagos... ¡qué va, compa! Lo decimos porque nuestra historia "negra", no así la idílica, reconoce al poeta de las garzas cautivas como que el 10 de mayo de 1951 se enfrentó ante las huestes que comandaba el oficial de la guardia nacional "Timoteo" mientras cubría las espaldas del entonces presidente de la República Arnulfo Arias Madrid destinado a no culminar jamás, ninguna de sus gestiones presidenciales.

El poeta Hernández en medio de la batalla que dejó nueve difuntos, doscientos heridos y dos garzas desaparecidas, fue nombrado en esos momentos aciagos teniente coronel por el propio Arnulfo Arias y todavía más, en los instantes en que salía el presidente derrocado lo respaldaba repitiéndole "Volveremos, volveremos". ¡Ah!, y no es que el poeta se esté muriendo de hambre, lo que sí es que está preocupando a su edad por el nulo reconocimiento a los valores en este su país nuclear y por la demencial soberbia de los arnulfistas cuando llegan al poder. Y no es mentira, ellos se olvidan de los suyos prefiriendo a otros héroes de otros partidos y tendencias (que no está mal ni me opongo, yo fui amigo de Giroldi), me indignó y me dolió la masacre de Albrook (3 y 4 de oct. de 1989), que no tiene relación absoluta con la historia del arnulfismo, claro no debemos olvidar ese trágico suceso, ¿pero cuando entonces?, se distinguirá al poeta atómico que evitó que el fuego derrocador de los militares acabara con la vida, supuestamente, de quien es líder de los que están el poder actualmente. La esperanza está, dicen, en que arnulfistas como el abogado Alejandro Pérez lleguen al poder y distingan al poeta atómico como debe ser. A mí mismo no se me ocurriría traerlo a Cerro Marta a cazar armadillos, recoger huevos y limones persas, no vaya a ser que descarrile por esos apriscos y vaya a dar con los pocos libros que le quedan para vender, porque no ha podido editar más, a los hondanales de los elevados del cerro Juan Julio, que está debajo del Marta, donde descansa la memoria olvidada de Omar Torrijos.



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