Varela
Juan Carlos Varela no tendrá un gobierno fácil. Apenas suma 12 diputados, tendrá que negociar o con las bancadas del PRD o Cambio Democrático y estará sometido a las presiones del tradicional poder económico que lo respaldó y que quiere recuperar el viejo status del que gozaron por décadas.
Los Panameñistas por tradición propia de los golpes que sufrió el caudillo Arnulfo Arias, sufren una paranoia cuando asumen el poder y deberán hacer una esfuerzo adicional para tratar de preservar la precaria alianza que mantiene con el Partido Popular y los aliados coyunturales que logre establecer en el Organo Legislativo.
Varela ha prometido ser un "alma misionera" en el poder; se comprometió a reducir los privilegios de los diputados, lo que le haría difícil lograr pactos con las bancadas opositoras, que -al menos en el caso de la del PRD- no aceptaría de buenas a primeras que una dirigencia derrotada en las urnas negocie por ellos.
En las filas del PRD también se perfila una guerra por el control del Comité Ejecutivo Nacional; hay quienes vaticinan que ese partido no soporta 10 años fuera del poder y quedará fraccionado cuando surja la noche de los cuchillos largos, que deje al descubierto que hubo hasta traición a su candidato que no alcanzó siquiera el piso del partido de Omar.
En las filas del CD, también habrá que realizar los análisis. Hubo una evidente falla de campaña al alejar al candidato Arias de la figura de un presidente popular como Martinelli. La publicidad no tenía la chispa propia del panameño y más bien era como un macarrón sin salsa; Varela aprovechó ambos fallos; casi se presenta como el candidato oficialista que apoyó los grandes proyectos de Martinelli.
Pero ahora es la hora de Varela. Tendrá 100 días de luna de miel que se le concede a todo mandatario, pero de allí en adelante deberá contar con algo más que un alma misionera para ejecutar sus promesas y navegar en un mar político picado antes que la espera desgaste la confianza que ganó en las urnas.