El Vidajena
Por: Redacción -
A lo mejor usted ha pasado por uno de esos momentos difíciles en esta vida como el que vamos a relatar. Se le acerca un "buen" amigo y le pide que le sirva de fiador porque está atravesando una situación difícil y que necesita chenchén con urgencia.
Entonces usted se siente como en una encerrona. Su cheque es el sustento de su hogar. Y usted se pregunta, qué pasaría si botan al pasiero del trabajo y no puede pagar el préstamo, entonces los abogados del garrotero le caen a usted y le secuestran el salario y los que sufren las consecuencias son su quitafrío y sus comearroces.
Este caso le pasó al pasiero Checho, quien buscó fuerzas de donde a veces le faltaban y le dijo a su amigo Juanchón que no podía servirle de fiador. De inmediato se busco un enemigo más, porque el tal Juanchón piensa que la gente debe acceder a todo lo que él pide y así no es la cosa. Uno debe cuidar su presupuesto.
Aquella bonita amistad se terminó y Juanchón dejó de visitar el chantin de Checho en el patio limoso de la vieja casa de inquilinato.
La mujer de Checho, apodada Peya recibió la noticia muy feliz, porque Juanchó le caía mal en vista de que era un gran comedor de mondongo y no se conformaba con un plato hondo que se le servía, sino que repetía y Peya tenía que decirle que solo habían unas sobras y esas eran para Cancerbero, el fiel perro que los cuidaba de los ladrones.
Checho agacha el lomo en una empresa donde abundan las bellísimas secretarias, recepcionistas y oficinistas de todo tipo, siendo la más curvilínea y sexi la muy pechugona Griselda, una fulita de película, pero fulita natural. Grise, como le llaman, es una hembrita blanquita, casi sonrosada, tan linda como la modelo inglesa Kate Moss.
Cuando Kate, digo Griselda pasa por los pasillos de las oficinas, todos los varones, los que son bien rectos, no los virados, dejan de trabajar para admirar su cuerpazo y embriagarse con su perfume francés de doscientos dólares el frasco más pequeño que le regalan sus admiradores, que los tiene a montones.
Griselda está acostumbrada a sacarle plata a sus "amiguitos" del chilinqui y es que ella gasta mucho dinero en carteras de última moda y en ropa de alta calidad que compra por los almacenes de caché ubicados por la Vía España y por Marbella.
Griselda había visto una cartera rosada, que parecía un maletín y que hacía juego con un traje del mismo color, al igual que los zapatos y que costaba un ojo de la cara y quiso comprarlos en el mall que estaba visitando, pero estaba limpia.
Entonces recordó que Chencho quería comérsela con los ojos cada vez la veía y formó un plan. Al día siguiente, muy temprano, le sonrió coquetonamente al man, que gana una miseria como aseador en la empresa, y de viaje le pidió que le sirviera de fiador por equis suma.
Checho aceptó de viaje y fue con la guial donde el garrotero y firmó los papeles. La guial compró ropa, zapatos, cartera, perfume, etc. y cuando Checho quiso cobrar el "favor", la guial se mostró esquiva y lo pasó por manteca.
A todo esto, don Frank, el dueño de la empresa, el multimillonario que ustedes conocen bien, estaba detrás del paisito desde hace tiempo y la chichi, quien tiene su marinovio, un negrito de Costa Abajo de Colón que no tiene donde caerse muerto, pero le cae bien a la bella, se negó rotundamente a caer con el magnate. Por esta causa, Frank, furioso le dijo a Memín, el jefe de contabilidad, que la botara y eso hizo el negrito lambón, ladrón de indemnizaciones.
Entonces, la guial quedó pateando calles buscando trabajo y la única chamba que ha encontrado es la de alteradora en un