"Yo tomé esa foto"
Peruano de nacimiento. Antes de laborar en Crítica, Emilio Gastelú había trabajado como fotógrafo para el jefe de Policía Nacional, José Antonio Remón Cantera.
Eliécer Navarro
Crítica
A las 3:30 de la madrugada del 10 de enero de 1964 comenzó a circular en el país una de las más memorables ediciones del diario Crítica.
Se trataba de una edición repleta de recuentos, testimonios e imágenes desgarradoras de la gesta
heroica de centenares de estudiantes panameños que –defendiendo la soberanía nacional- se enfrentaron a soldados, policías y civiles estadounidenses armados hasta los dientes.
La mayoría de esos patriotas ni siquiera había cumplido la mayoría de edad.
Entre todas las fotos, una se convirtió en símbolo. Mostraba a dos jóvenes estudiantes –uno de ellos
portando una bandera panameña subiendola cerca que marcaba la frontera entre la nación y la Zona del Canal, mientras otros dos se aprestaban a seguirlos. Un grupo de chiquillos desafiando a la nación más poderosa de la tierra.
Casi todos los panameños conocen la imagen, pero casi nadie recuerda al hombre que la captó,
Emilio Gastelú.
Quince días más tarde, salió otra edición memorable, pero de la revista estadounidense LIFE, que en su portada colocó la imagen igualmente icónica del 9 de enero de 1964.
Un grupo de estudiantes colaborando para amarrar una bandera panameña sobre un poste de luz al
margen de la entonces llamada Avenida 4 de Julio, y dentro de la “Zona”. A un lado, en la calle, el
automóvil de un gringo arde en llamas.
En la base de ese poste, un estudiante de una escuela privada sirvió de primer escalón humano
para que otros estudiantes pudieran amarrar la bandera en la cima. Sin esta valiosa ayuda de
Diógenes García, no hubiese sido posible la hazaña. Gastelú y García contaron a Crítica
Gastelú
Al
calentarse la situación dentro y los márgenes de
la Zona del Canal, el entonces director de
Crítica, José Agustín Cajar Escala, asigna la cobertura
al reportero gráfico Emilio Gastelú, de 33
años.
La logística consistía en tomar las fotos y enviar inmediatamente los negativos con un mensajero, que a su vez le entregaba rollos nuevos. Como muchos otros periodistas y fotógrafos,Gastelú se jugó el pellejo al lado de los institutores para poder lograr las mejores tomas.
“El valor de esos muchachos y esas muchachas nos empujaba a seguir con ellos. Ninguno se echó para atrás”, cuenta. “Gracias a Dios, no me tocaba en ese momento”.
Gastelú recuerda que al tomar su foto más famosa, la del salto de la cerca, realmente había cinco “pelaos” en el grupo, pero solo cuatro aparecieron en cuadro. De todas formas no había tiempo para posar.
“La idea era cruzar la cerca y quemar el Hotel Tívoli, pero recibíamos muchos tiros”, señala. “Cuando comenzaron a caer los heridos, y un grupo de cinco estudiantes dieron un paso al frente, y sin importarles las balas, comenzaron a cruzar la cerca con la bandera. Ahí fue que tomé la foto”.
En medio del caos, Gastelú fue enviado al Hospital Santo Tomás para captar a las víctimas de las balas gringas. Ahí, en una camilla, cubierto con una sábana de la cabeza a la cintura, estaba el cuerpo de un muchacho que había fotografiado minutos antes cargando a un compañero herido. Era Ascanio Arosemena.
En el frenesí por sacar lo más posible en el tiempo disponible, los rollos fueron revelados con agua tibia, y se imprimieron aún húmedos.
“Con el tiempo”, explica Gastelú, “se fueron deteriorando”.
El presidente Roberto Chiari pidió a todos los diarios y agencias de noticias material fotográfico para sustentar una demanda contra Estados Unidos. Muchas de las fotos tomadas por Gastelú reaparecieron en la revisa LIFE del 24 de enero.
En 1994, un incendio accidental acabó con casi todos los negativos de Gastelú. Aun así, su trabajo del 9 de Enero de 1964 ha perdurado en el tiempo, al igual que el legado de los mártires.
En medio de la marea de institutores, algunos pocos jóvenes de escuelas privadas también se sumaron a la gesta.
Diógenes
Uno de ellos fue Diógenes García, de 18 años, y estudiante del Instituto Tecnológico Rodolfo Diesel.
“Cuando se supo la noticia, todo el transporte público se detuvo, así que tuvimos que llegar a pie”, recuerda. “Cuando llegamos al edificio de la Pan American World, frente al palacio legislativo, los americanos tiraban ráfagas de bala. El grupo trataba de subir la bandera en el poste, pero cuando escuchaban las balas, bajaban y corrían a esconderse”.
Los muchachos trataban de hacer una torre humana para alcanzar el tope de la torre, pero los que servían de base no soportaban el peso.
“Fui con otro muchacho que alzaba pesas conmigo en ese tiempo, y nos agarramos al poste y comenzaron a subirse los muchachos”, asegura García
.
“Este muchacho (el que está arriba), tuvo uno de los gestos más heroicos de la gesta. La gente aplaudió cuando pusieron la bandera”, comenta. “Él la amarró con su correa, unas soguitas que llevó y cordones de zapatos de los compañeros”.
A Diógenes no lo tocó una sola bala, pero al regresar a su casa, su tía que lo crió –hecha un manojo de nervios- lo recibió con un palo de escoba en la cabeza.
“Cuando
comenzaron a caer los heridos, y un grupo
de cinco estudiantes dieron un paso al frente,
y sin importarles las balas, comenzaron a
cruzar la cerca con la bandera. Ahí fue que tomé
la foto”.