Mundo - 01/1/14 - 09:14 AM

El papa dice es necesario un compromiso común para una sociedad más justa

Para el Obispo de Roma, la paz requiere la fuerza de la docilidad, la fuerza no violenta de la verdad y del amor.

Por: -

Ciudad del Vaticano
EFE
El papa Francisco dijo hoy que estamos llamados a darnos cuenta de la violencia y de la injusticia presente en tantas partes del mundo, que no nos pueden "dejar indiferentes e inmóviles" porque "es necesario un compromiso de todos para construir una sociedad más justa y solidaria".
El papa habló así antes del rezo del ngelus a los participantes en la Marcha de la Paz, promovida por la comunidad católica de San Egidio, con motivo hoy de la 47 Jornada Mundial de la Paz, con el lema "Fraternidad, fundamento y camino para la paz", basada en el mensaje papal publicado el pasado 12 de diciembre.
Un mensaje que, según dijo el pontífice asomado a la ventana del apartamento papal del Palacio Apostólico, tiene como base la convicción de que todos somos hijos del único Padre del cielo, "formamos parte de la misma familia y compartimos un destino común".
Ante miles de peregrinos y fieles, que abarrotaban la Plaza de San pedro en un soleado primer día de 2014, el papa insistió en "la responsabilidad de obrar con el fin de que el mundo se convierta en un comunidad de hermanos que se respetan, se aceptan en su diversidad y se cuidan unos a los otros".
Francisco relató que había recibido una carta de un señor que hablando sobre las guerras le preguntaba qué estaba sucediendo en el corazón del hombre, una pregunta que hacía suya y repitió dos veces: "Ya es hora de parar" (la guerra).
Agregó el papa argentino que de cada ángulo de la tierra hoy los creyentes elevan "una oración para pedir al Señor el don de la paz y la capacidad de llevarla a cada rincón".
En este primer día del año, -añadió- el Señor "nos ayuda a encaminarnos todos con más decisión en el camino de la justicia y de la paz".
Para el Obispo de Roma, la paz requiere la fuerza de la docilidad, la fuerza no violenta de la verdad y del amor.
En la Madre del Redentor -sostuvo el papa Francisco- confiamos "el grito de paz de la población oprimida por la guerra y por la violencia para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalezca sobre la tentación de la venganza, de la prepotencia, de la corrupción", asintió.
A ella le pedimos que el Evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, "pueda hablar a cada conciencia y abatir los muros que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos", señaló el obispo de Roma.
Poco antes, el papa presidió la primera solemne misa de 2014 en la Basílica de San Pedro por Santa María Madre de Dios y al mismo tiempo con motivo de la 47 Jornada Mundial de la Paz.
El oficio litúrgico fue concelebrado por el papa Francisco, por cardenales, obispos y sacerdotes, entre ellos, su nuevo secretario de Estado, Pietro Parolin en la imponente Basílica, abarrotada de fieles y peregrinos, además de autoridades y religiosos.
El pontífice centró su homilía en la figura de María Madre de Dios.
"Madre de Dios. Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial", refirió el papa argentino.
Recordemos -explicó- aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen.
La verdad sobre la divina maternidad de María -continuó- encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de Santa María, llamada "La Mayor", primer santuario mariano de Roma y de todo Occidente, y en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios con el título de Salus populi romani (protectora del pueblo romano).
Se dice -prosiguió el papa- que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: "¡Madre de Dios!".
Ante la atenta mirada de cientos de fieles, el Obispo de Roma aseguró que "nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: He ahí a tu madre".
A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y pidió -al igual que en El ngelus- a los presentes que la invocaran tres veces todos juntos: "¡Santa Madre de Dios!".

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