Nacional - 20/10/13 - 09:47 AM
Panamá: cultura abierta en canal
El país anfitrión del VI Congreso Internacional de la Lengua Española está en pleno proceso de crecimiento artístico.
Panamá
El País
¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? La geografía panameña y su vocación de tránsito se traslucen en las manifestaciones artísticas de la nación pero no logran tener un reflejo importante a nivel internacional. La pugna entre individuo y naturaleza que supuso una obra como el Canal de Panamá, que cumplirá su centenario en 2014, se nos ha quedado en los huesos. Quizá eso seamos quienes vivimos en esta región del planeta: hombres y mujeres cruzados por el mar. O tal vez solo sea signo de nuestra juventud como república.
Aunque abrazada por el Atlántico y el Pacífico, nuestra cultura es muy caribeña. Es hasta nuestros tiempos, como si los 500 años del recorrido que hiciera Vasco Núñez de Balboa para avistar el Mar del Sur, que Panamá empieza a mirar de frente e integrarse en el Pacífico. Aunque su cultura, en un proceso aún joven, ha dado ya significativos aportes. Panamá es más que figuras universales como los músicos Rubén Blades y Omar Alfanno.
Música: impone el ritmo
Luis Russell, quien en 1929 se convirtió en uno de los jazzistas más importantes de Nueva York, nació en la panameña Bocas del Toro. El aporte del país a esta música se mantiene con artistas como Danilo Pérez que ha compartido escenario con músicos como Dizzy Gillespie y Tito Puente, y recibido reconocimientos de la revista Downbeat y ganado el Jazziz Critics Choice Award. Fue el primer latinoamericano que formó parte del grupo de Wynton Marsalis. Su disco PanaMonk fue designado como una «obra maestra del jazz» por The New York Times.
Según Mario García Hudson y Francisco Buckley, estudiosos de la música, el istmo siempre ha sido un espacio de convergencia y fusión de ritmos. Panamá contribuyó de manera importante al surgimiento y modelación de la salsa tal como se conoce. Buckley escribe en el libro La música salsa en Panamá y algo más que este país siempre ha sido un punto de convergencia y generación de fusiones musicales. Ahí brilla Rubén Blades, que con su voz puso a bailar a medio mundo, tras una carrera gestada en medio de influencias trenzadas: música cubana, puertorriqueña y ritmos oriundos del país.
Incluso hay ritmos globales cuyos padres han sido panameños: el reggaeton, que es aquello que en los ochenta fue el reggae en español, surge de Nando Boom, Fernando Orlando Brown y Edgardo Franco el General.
En la actualidad, Cienfue, Carlos Méndez, Señor Loop y Los Rabanes reflejan los variados ritmos que Panamá vio nacer. Para Lilo Sánchez, vocalista de Señor Loop, este país se puede definir con una palabra: improvisación.
Literatura: de la Historia al cuento
El cuento ocupa un lugar central en la literatura de Panamá. Enrique Jaramillo Levi, cuentista y promotor literario, sostiene que desde la década de los noventa ha habido una eclosión de este género. Narraciones que al mirar atrás tienen nombres tan destacados como Rogelio Sinán y llegan hasta el presente con autores como Gloria Guardia. Aunque Panamá no ha dado una figura literaria de reconocimiento mundial, como sí la tienen otros países latinoamericanos, cuenta con nombres destacados como el de Octavio Méndez Pereira, autor de Núñez de Balboa: El tesoro del Dabaibe, una de las novelas históricas más reconocidas del país. Teniendo en cuenta su importancia, la Academia Panameña ha hecho una edición conmemorativa de esta obra para presentarla en el VI Congreso de la Lengua (editada por Alfaguara), coincidiendo con el quinto centenario del avistamiento del Pacífico.
Entre los actuales escritores urbanos, que reflejan el mestizaje cultural, figuran nombres como el de Lili Mendoza y Melanie Taylor. “Somos hijos del Caribe, y al mismo tiempo, herederos de tantas voces provenientes de los cuatro puntos cardinales”, asegura Daniel Domínguez, crítico del diario La Prensa. De esa definición surgen otros grupos menos interesados en apropiarse de códigos culturales como Lucy Chau, Gonzalo Menéndez, Luigi Lescure y José Luis Rodríguez Pittí. Raúl Altamar ha explorado, desde el ensayo o el artículo, sus visiones particulares del país. Juan David Morgan se ha mantenido fiel al género de novela histórica, como lo ha hecho Ramón Francisco Jurado con el género policial. Ramón Fonseca Mora y Rose Marie Tapia han buscado al gran público. Y Rosa María Britton sigue presente en los programas escolares.
Sin embargo, como opina la ministra de Educación, Lucinda Molinar, hace falta que se preste más atención al interior del país y enaltecer la cultura de sus orígenes: “Debemos, a la vez que se promociona a Panamá como cultura turística, internalizar en los jóvenes, a través de la instrucción, nuestra cultura y el deseo de la conservación de nuestro patrimonio histórico y geográfico para las futuras generaciones”.
Cine: poco fotograma
¿Conoce usted otro cine que no sea el norteamericano (estadounidense)?. Es la pregunta que se formula en muchos países del entorno. La película panameña que más impacto ha tenido en los últimos tiempos ha sido Chance (2009), del judío-panameño Abner Benaim. Y alrededor de ella se ha extendido, más o menos, el desierto. No se producen imágenes de Panamá. Al parecer, en los próximos años, se hará una importante inversión gubernamental en este sentido.
Arte: la herencia del istmo
La construcción del Canal de Panamá y del ferrocarril interoceánico dejaron su huella en el arte local, pero más que nada gracias a quienes transitaban por el istmo: la pintura de esta época se debe a extranjeros que utilizaron nuestro país como punto de emigración a otras tierras. Desde diferentes perspectivas y con técnicas diversas, los panameños comenzaron a mirarse en su entorno a partir del siglo XX. Alfredo Sinclair, con su talento, atrajo la mirada del mundo a este brazo de tierra firme. Y su hija, Olga Sinclair, heredera de su fuerza, se ha consolidado como artista en los últimos años. Brooke Alfaro es un referente en lo que a estilo pictórico se refiere y Sandra Eleta ha sabido iluminar la visión del Caribe panameño. Jonathan Harker es uno de los artistas emergentes significativos y con varios premios internacionales.
Panamá es una serpiente que se muerde la cola. La pregunta inicial regresa: ¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? Mucho se ha dicho de las ventajas del canal interoceánico panameño, pero ¿existen desventajas? Un estudio de Rodrigo Miró, intelectual muy recordado en nuestro país, hizo notar que nuestro siglo XIX fue mucho más fructífero en actividades culturales que el siglo posterior. La diferencia es la existencia del canal interoceánico. El arte marcha siempre a contracorriente del comercio. La pregunta que surge, entonces, es si los hombres y mujeres cruzados por el mar lograrán conciliar su paradoja.
Carlos Wynter Melo es escritor. Su última novela es Nostalgia de escuchar tu risa loca.
El País
¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? La geografía panameña y su vocación de tránsito se traslucen en las manifestaciones artísticas de la nación pero no logran tener un reflejo importante a nivel internacional. La pugna entre individuo y naturaleza que supuso una obra como el Canal de Panamá, que cumplirá su centenario en 2014, se nos ha quedado en los huesos. Quizá eso seamos quienes vivimos en esta región del planeta: hombres y mujeres cruzados por el mar. O tal vez solo sea signo de nuestra juventud como república.
Aunque abrazada por el Atlántico y el Pacífico, nuestra cultura es muy caribeña. Es hasta nuestros tiempos, como si los 500 años del recorrido que hiciera Vasco Núñez de Balboa para avistar el Mar del Sur, que Panamá empieza a mirar de frente e integrarse en el Pacífico. Aunque su cultura, en un proceso aún joven, ha dado ya significativos aportes. Panamá es más que figuras universales como los músicos Rubén Blades y Omar Alfanno.
Música: impone el ritmo
Luis Russell, quien en 1929 se convirtió en uno de los jazzistas más importantes de Nueva York, nació en la panameña Bocas del Toro. El aporte del país a esta música se mantiene con artistas como Danilo Pérez que ha compartido escenario con músicos como Dizzy Gillespie y Tito Puente, y recibido reconocimientos de la revista Downbeat y ganado el Jazziz Critics Choice Award. Fue el primer latinoamericano que formó parte del grupo de Wynton Marsalis. Su disco PanaMonk fue designado como una «obra maestra del jazz» por The New York Times.
Según Mario García Hudson y Francisco Buckley, estudiosos de la música, el istmo siempre ha sido un espacio de convergencia y fusión de ritmos. Panamá contribuyó de manera importante al surgimiento y modelación de la salsa tal como se conoce. Buckley escribe en el libro La música salsa en Panamá y algo más que este país siempre ha sido un punto de convergencia y generación de fusiones musicales. Ahí brilla Rubén Blades, que con su voz puso a bailar a medio mundo, tras una carrera gestada en medio de influencias trenzadas: música cubana, puertorriqueña y ritmos oriundos del país.
Incluso hay ritmos globales cuyos padres han sido panameños: el reggaeton, que es aquello que en los ochenta fue el reggae en español, surge de Nando Boom, Fernando Orlando Brown y Edgardo Franco el General.
En la actualidad, Cienfue, Carlos Méndez, Señor Loop y Los Rabanes reflejan los variados ritmos que Panamá vio nacer. Para Lilo Sánchez, vocalista de Señor Loop, este país se puede definir con una palabra: improvisación.
Literatura: de la Historia al cuento
El cuento ocupa un lugar central en la literatura de Panamá. Enrique Jaramillo Levi, cuentista y promotor literario, sostiene que desde la década de los noventa ha habido una eclosión de este género. Narraciones que al mirar atrás tienen nombres tan destacados como Rogelio Sinán y llegan hasta el presente con autores como Gloria Guardia. Aunque Panamá no ha dado una figura literaria de reconocimiento mundial, como sí la tienen otros países latinoamericanos, cuenta con nombres destacados como el de Octavio Méndez Pereira, autor de Núñez de Balboa: El tesoro del Dabaibe, una de las novelas históricas más reconocidas del país. Teniendo en cuenta su importancia, la Academia Panameña ha hecho una edición conmemorativa de esta obra para presentarla en el VI Congreso de la Lengua (editada por Alfaguara), coincidiendo con el quinto centenario del avistamiento del Pacífico.
Entre los actuales escritores urbanos, que reflejan el mestizaje cultural, figuran nombres como el de Lili Mendoza y Melanie Taylor. “Somos hijos del Caribe, y al mismo tiempo, herederos de tantas voces provenientes de los cuatro puntos cardinales”, asegura Daniel Domínguez, crítico del diario La Prensa. De esa definición surgen otros grupos menos interesados en apropiarse de códigos culturales como Lucy Chau, Gonzalo Menéndez, Luigi Lescure y José Luis Rodríguez Pittí. Raúl Altamar ha explorado, desde el ensayo o el artículo, sus visiones particulares del país. Juan David Morgan se ha mantenido fiel al género de novela histórica, como lo ha hecho Ramón Francisco Jurado con el género policial. Ramón Fonseca Mora y Rose Marie Tapia han buscado al gran público. Y Rosa María Britton sigue presente en los programas escolares.
Sin embargo, como opina la ministra de Educación, Lucinda Molinar, hace falta que se preste más atención al interior del país y enaltecer la cultura de sus orígenes: “Debemos, a la vez que se promociona a Panamá como cultura turística, internalizar en los jóvenes, a través de la instrucción, nuestra cultura y el deseo de la conservación de nuestro patrimonio histórico y geográfico para las futuras generaciones”.
Cine: poco fotograma
¿Conoce usted otro cine que no sea el norteamericano (estadounidense)?. Es la pregunta que se formula en muchos países del entorno. La película panameña que más impacto ha tenido en los últimos tiempos ha sido Chance (2009), del judío-panameño Abner Benaim. Y alrededor de ella se ha extendido, más o menos, el desierto. No se producen imágenes de Panamá. Al parecer, en los próximos años, se hará una importante inversión gubernamental en este sentido.
Arte: la herencia del istmo
La construcción del Canal de Panamá y del ferrocarril interoceánico dejaron su huella en el arte local, pero más que nada gracias a quienes transitaban por el istmo: la pintura de esta época se debe a extranjeros que utilizaron nuestro país como punto de emigración a otras tierras. Desde diferentes perspectivas y con técnicas diversas, los panameños comenzaron a mirarse en su entorno a partir del siglo XX. Alfredo Sinclair, con su talento, atrajo la mirada del mundo a este brazo de tierra firme. Y su hija, Olga Sinclair, heredera de su fuerza, se ha consolidado como artista en los últimos años. Brooke Alfaro es un referente en lo que a estilo pictórico se refiere y Sandra Eleta ha sabido iluminar la visión del Caribe panameño. Jonathan Harker es uno de los artistas emergentes significativos y con varios premios internacionales.
Panamá es una serpiente que se muerde la cola. La pregunta inicial regresa: ¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? Mucho se ha dicho de las ventajas del canal interoceánico panameño, pero ¿existen desventajas? Un estudio de Rodrigo Miró, intelectual muy recordado en nuestro país, hizo notar que nuestro siglo XIX fue mucho más fructífero en actividades culturales que el siglo posterior. La diferencia es la existencia del canal interoceánico. El arte marcha siempre a contracorriente del comercio. La pregunta que surge, entonces, es si los hombres y mujeres cruzados por el mar lograrán conciliar su paradoja.
Carlos Wynter Melo es escritor. Su última novela es Nostalgia de escuchar tu risa loca.