Opinión - 26/1/14 - 01:14 AM

El alma y el ego

LO QUE QUEREMOS EN EL FONDO, lo que desea nuestra alma profundamente es estar plena, realizada, iluminada y rebosante de amor. De hecho,

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LO QUE QUEREMOS EN EL FONDO, lo que desea nuestra alma profundamente es estar plena, realizada, iluminada y rebosante de amor. De hecho, aspiramos a ver a Dios; a amar con todo el corazón y llevarnos bien con la gente; tener una profesión donde podamos servir mejor a los demás; quisiéramos ser compasivos y mantener una gran armonía interior.

ZANCADILLAS DEL EGO. Pero el ego, que somos nosotros mismos en situación de ignorancia, nos hace jugadas sucias que nos desligan de nuestras aspiraciones.

UN EGO INFLADO. El que esconde sus propias imperfecciones para dar la sensación de superioridad, está siempre a la defensiva, rechazando cualquier crítica y atacando a todo aquél que se atreva a señalarlo en algo.

PERO EL ALMA SUFRE. Nuestra conciencia profunda, nuestro “yo interior”, el alma sufre porque en el fondo no desea ser arrogante, presuntuoso, cascarrabias y criticón. Dentro de nuestro ser está siempre vivo el deseo, la esperanza de recuperar la inocencia perdida, “el paraíso del cual fuimos expulsados” por nosotros mismos. Sabemos que seguir en esa vorágine emocional y mental nos arruinará la vida, ya que nos irá aislando de Dios y de los demás.

LA FRUSTRACIÓN CONDUCE A LA DEPRESIÓN. La sensación de pérdida de un tiempo valioso en el que el ego se hizo dueño de nuestra vida, puede llevarnos a caer en el derrotismo y en la idea de que ya no se puede hacer nada. Se ha arruinado toda una vida. Pero eso no es cierto.

SIEMPRE HAY UNA NUEVA OPORTUNIDAD. Es cuestión de pensar en el “resto de nuestra vida”, que en verdad es decisiva. El “buen ladrón” se ganó el cielo reconociendo la divinidad de Cristo y pidiendo su salvación. María Magdalena, de la que Jesús sacó siete demonios, dedicó lo que le quedó de vida en seguir a Jesús. Todo el Evangelio está lleno de misericordia y esperanza. Por lo tanto, reconoce que tu alma necesita de humildad, desapego, oración, silencio, amor y purificación. Reconoce las jugadas que te ha hecho el “ego” con todos sus sufrimientos.

Seguir el ejemplo de Jesús, su humildad, desapego, amor incondicional, fidelidad al Padre y entrega de la vida por los demás, nos permitirá, con su ayuda, ser invencible al terrible ego.

Mons. Rómulo Emiliani


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