Opinión - 02/3/14 - 12:43 AM

Manuel E. Amador en la plástica panameña

El texto que a continuación se transcribe es tomado del suplemento “Talingo”, publicado en La Prensa el 7 de noviembre de 1999, N.° 337. Narra un

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José Morales Vásquez / Investigador de Arte


Cuenta que en una conversación sostenida entre Roberto Lewis y Manuel Amador, dice el primero “Dios primero dibujó al hombre en la arena” y Amador responde: “por eso fue que le quedó tan mal

El texto que a continuación se transcribe es tomado del suplemento “Talingo”, publicado en La Prensa el 7 de noviembre de 1999, N.° 337.

Narra un testimonio del maestro pintor Juan Manuel Cedeño.

Una amistad de vecinos me condujo a sostener conversaciones con don Manuel allá por los años de 1942 y 1943. En la muy apacible avenida norte final, rodeados de Notarías de Circuitos, escuelas privadas y el Palacio Presidencial tenía mi “piso” de recién casado, y en la planta baja, tenía don Manuel su pequeño atelier, en donde diariamente tenía sesiones con figuras femeninas como modelo para pintar desnudos y cuando no, naturalezas estáticas.

Muy cerca del vecindario vivía Humberto Ivaldy, en la mismísima Escuela de Pintura, ubicada en el primer alto de lo que fue el Arzobispado. Allí pintaba Humberto “el gran maestro” a la manera de Sorolla y acá, mi vecino don Manuel pintaba a su manera, pero pensando en el grupo de “los ocho” de América del Norte.

Por ambos aprendí mucho de lo que ocurría en el mundo de la pintura universal, pero me inclinaba más por Humberto con la escuela española, que por el alumno de Robert Henri, el talentoso yanqui.

Cada cual despotricaba en contra de los puntos de vista y creencias estéticas del otro. “Tú y tu bandera yankófila” decía Ivaldy (sic). “Tú y tu general Miaja, el rojo, te lo digo francamente”, ripostaba don Manuel.

Estos encuentros y estampas eran frecuentes y belicosamente cordiales, y para mí fueron toda una escuela. Ni a don Manuel ni a Ivaldy les interesaba vender sus cuadros y ambos pintaban sobre cuadros o lienzos con creaciones que no les satisfacían.

Los coleccionistas deben poseer cuadros de ambos, que estoy seguro si se desprenden las capas de pigmentos, descubrirían toda una exposición completa de creaciones pintadas al óleo. Pero lo inolvidable de aquella época, para mí que era un recién becado para salir a continuar estudios, lo constituye el punto de vista de cada uno de mis tres consejeros.

Don Roberto Lewis me decía “…si va para los Estados Unidos, estudie la pincelada de Sargent”. “¡Whistler!” me decía Ivaldy (sic). “¡Ryder, más el grupo de los ocho, y punto!”, completaba don Manuel. Siempre hubo antagonismo, jamás conciliación.

A mi vuelta de Estados Unidos en 1949, el primer alumno que solicitó cupo en la Escuela Nacional de Pintura fue don Manuel, y allí fue en donde pintó y regaló sus cuadros y fue allí, en las sencillas salas del Instituto de Bellas Artes de la Avenida B, donde don Manuel pasó sus últimos días y me posó para que comprobara antes mis alumnos la capacidad de pintar sin dibujar previamente con carbón.

Tras su deceso, “los hijos de don Manuel”, como él llamara a sus lienzos, cuarteados, resecos y enmohecidos por el abandono, fueron repartidos y puestos en manos de los crecientes coleccionista por orden de doña Cecilia de Remón, directora ejecutiva del Instituto Nacional de Bellas Artes… transcurría el mes de abril de 1953, Año del Cincuentenario de la República y de la bandera, con su blanco, su rojo y su azul.

“Trazos sobre la personalidad de don Manuel E. Amador”, incluido en Manuel E. Amador, de la serie “Pintura panameña de hoy”, Ediciones del Instituto Panameño de Arte, Panamá 1966.

Aquí finaliza el artículo.

En entrevista realizada por Marilina Vergara al pintor Ricardo Conte Porras y publicada el 29 de agosto de 1999, en Tragaluz.

Al final de la entrevista, la periodista destaca del pintor lo siguiente: Los sabios cabellos blancos no le podían permitir culminar esta conversación sin una anécdota ocurrida entre artistas y, además, rica, aleccionadora y hasta con su toque de humor”.

Cuenta que en una conversación sostenida entre Roberto Lewis y Manuel Amador, dice el primero: “Dios primero dibujó al hombre en la arena”, y Amador responde: “Por eso fue que le quedó tan mal”.

CONTINÚA EL PRÓXIMO DOMINGO.


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