PABLO ZELAYA SIERRA (HONDURAS) 1896 - 1933
ANTOLOGÍA DE LAS ARTES PLÁSTICAS DE HONDURAS PABLO ZELAYA SIERRA 1991.
PRESENTACIÓN
Al situar este año la Antología bajo el nombre de PABLO ZELAYA SIERRA se acentúa la continuidad de la plástica hondureña que, aunque tiene hoy como referente real una situación nacional e internacional distinta a las que conoció Pablo Zelaya, no abandona por ello su propia tradición y se sigue nutriendo de lo más auténtico de Honduras.
La Antología es, por tanto, muestra y, a la vez, mensaje. Les dice a los artistas de hoy que sigan recogiendo en formas y colores lo que de potencial acecha en las soleras del alma hondureña; y les dice que no olviden su compromiso con el lado universal del arte: que no desprecien lo ajeno por ser ajeno, ni se atemoricen cuando tengan que dar la cara por su país fuera de casa...
Durante sus estudios en la Academia San Fernando tuvo como a uno de sus maestros a Daniel Vásquez Díaz, quien ejerció una marcada influencia en el artista hondureño, así como en numerosos jóvenes latinoamericanos que concurrieron a dicho establecimiento durante varias épocas.
Vásquez estaba recién llegado de Francia, donde estudió y trabajó en compañía de un nutrido grupo de artistas españoles, entre ellos Pablo Picasso, Juan Gris y Juan Miró, de modo que era un profundo conocedor de las espuelas (estímulo) que por aquellas fechas se desarrollaban en Francia.
Como pintor, Vásquez fue un formalista convencido, es decir, para él, constituía un hecho prioritario a la representación plástica del objeto, independientemente de lo que el artista desea expresar. Sin embargo, no cultivó el realismo clásico, sino más bien un neorrealismo de corte vanguardista, pues no era partidario de una representación literal de las figuras, sino más bien de modificar estas conforme a una serie de principios para elevarlas a la categoría de valores estéticos. Por eso pintaba con tonos suaves, delicados, afín de lograr grandes armonías plásticas, en vez de los colores oscuros que se emplean tanto en la representación de contrastes agresivos.
Al estudiar la obra de Zelaya Sierra resulta claro el influjo de aquel maestro: lo delicado de las formas, los tonos bajos, la composición múltiple y la atmósfera de tranquilidad que transmiten sus obras. Esto se ve principalmente en la mayor parte de los cuadros que pintó durante la época de la Academia y al poco tiempo de salir de ella, como es, entre otros, el muy conocido y extraordinario óleo “Las monjas”. Pero luego, como ocurre con todos los grandes artistas, Zelaya inicia un proceso de individualización neofigurativa que lo va alejando sin cesar del maestro Vásquez Díaz. Sus colores continúan siendo bajos, pero distribuidos en superficies menos detalladas; se amplía la síntesis de las figuras; y, lo más importante, su temática deja de ser exclusivamente española para incorporar los motivos hondureños. Todos estos cambios son notorios, por ejemplo, en los cuadros “La muchacha del huacal” y “Dos campesinas”.
En 1925, varios cuadros de Zelaya Sierra formaron parte de la muestra colectiva presentada por artistas españoles en el Salón de Independientes, de París, llamado así por pertenecer a un grupo de vanguardia dispuesto a emanciparse de toda influencia anterior. Luego volvió a España y presentó dos exposiciones personales, la primera en 1930 y la segunda en 1932. Durante esta última tuvo un resonante éxito, pues varios críticos de renombre, entre ellos Gil Fillol, se ocuparon de su obra.
Interesado en contribuir al desarrollo de la pintura hondureña, Pablo decidió regresar a la patria en 1932, trayendo consigo gran parte de la obra realizada en España. De inmediato se puso a trabajar la temática nacional con gran pasión y entusiasmo, acrecentados, sin duda alguna por la prolongada ausencia. Una de las primeras obras que hizo fue “Hermanos contra hermanos”, efecto, evidentemente, del impacto que le produjo a su espíritu la montonera de aquel año, así como el conocimiento histórico de las que habían ocurrido en épocas anteriores.
Por desgracia, los anhelos plausibles de contribuir con sus enseñanzas al desarrollo de la pintura hondureña se frustraron al morir a los escasos cinco meses de encontrarse en la patria. Sin embargo, la obra que trajo de España y la que pudo realizar en el país lo sustituyeron en aquel hermoso magisterio, pues con él se inicia lo que podríamos llamar la pintura moderna, de corte académico, en Honduras. Pablo Zelaya Sierra es, en efecto, paradigma de eficiencia y rigor técnico para todos los hondureños que, a partir de él, han tomado los caminos del arte.
* Evaristo López R. / Longino Becerra: Honduras, 40 Pintores. Ed. Baktun, Tegucigalpa, 1989.
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