Opinión - 04/12/13 - 02:59 AM

Campo de arroz

- Maestro, ¿por qué hay aspirantes que vienen un día y otro día, escuchan y preguntan, te hacen regalos y tú no los admites como discípulos?

Por: -

J. C. Gª Fajardo / J. C. Gª Fajardo

- Maestro, ¿por qué hay aspirantes que vienen un día y otro día, escuchan y preguntan, te hacen regalos y tú no los admites como discípulos?

- Sergei, porque están cocidos – respondió el Maestro que estaba arreglando la ribera del río.

- No te entiendo, Venerable señor.

- Pásame esos cantos rodados mientras te cuento una historia.

- ¿Puedo sentarme?

- No, trabaja. Pues bien, – prosiguió el fornido Maestro que estaba sentado sobre sus talones dentro del agua -, había un aspirante bastante holgazán y que aspiraba a la paz interior pero que dejaba todo el esfuerzo en manos del Maestro, sin comprender que nadie puede progresar por otro.

- Ni existen los atajos.

- Eso es. Pensaba que con leer las Escrituras, escuchar al Maestro y asistir a los oficios en el templo ya era suficiente. Un día, descorazonado, se dirigió a su Maestro y le dijo con un velado reproche: “Todos dicen que eres muy buen Maestro pero yo no avanzo gran cosa…”

- Eso puede tener solución – le respondió -. Busca una tierra fértil y bien regada y planta estos granos de arroz. Cuando broten, vuelve a verme y yo haré el trabajo por ti liberándote de tus ataduras.

- ¿Y dio resultado? ¡Qué buen sistema!, – exclamó el inconsciente Sergei.

- Pasó mucho tiempo y se sucedieron las estaciones, pero el campo en donde había plantado el arroz no daba brotes. Así que el aspirante regresó ante el Maestro y le dijo casi desesperado: “¡He hecho todo lo que me dijiste! Escogí una tierra fértil, no le faltó el agua de la lluvia o del riego pero ¡el arroz no brota!” “La razón – le respondió amable el Maestro – es porque el arroz que te di estaba cocido”.


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