El gurú de nuestra civilización
El opio de los pueblos ya no será jamás la entredicha religión, ahora lo es una pelotita más o menos del tamaño de un coco capireño, a
El opio de los pueblos ya no será jamás la entredicha religión, ahora lo es una pelotita más o menos del tamaño de un coco capireño, a la que corretean por su posesión como trastornados en un encampado 22 omnívoros dándole golpes con los pies y la cabeza.
A esa carrera alocada detrás de un balón maltratado le llaman fútbol y se ha convertido en el nuevo gurú de las masas.
Sin lugar a dudas este “deporte” despierta un cúmulo de pasiones, tanto negativas como positivas (creo que más son las negativas), que ha hecho guerrear a países hermanos como incultos salvajes de la era cavernaria, mueve billones de dólares en todo el planeta sin pausa durante los doce meses del año, despertando pasiones que se agigantan con la complicidad de las embrutecedoras televisoras locales e internacionales.
Para cuando la guerra entre Honduras y El Salvador en 1969, que se dio por culpa de un juego de fútbol de la Concacaf con miras al Mundial de México 70, que dejó más de 6,000 difuntos y 15,000 heridos en tan solo cien horas, Panamá no estaba tan embobada como lo está masivamente hoy día con ese berrinche cultural hecho a patadas.
Lo positivo de esta nueva plaga social, que apenas comienza en Panamá y que ya ha hecho temblar a países infectados con mucho más historia en el fútbol, recursos y población que nosotros, es lo económico que resulta para entretener a los niños del país, no importa en qué parte de la geografía nacional se encuentren. Ahora hasta en las remotas montañas de Coclé se juega fútbol con una pelota hecha de trapos, hasta que oscurezca y canten los capachos.