Opinión - 16/4/14 - 03:40 AM

Joya

No había cumplido los 20 años y ya conocía lo que llamaban “carne de presidio”. Eran maleantes que a cada rato estaban en la cárcel. Pude hablar

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Milcíades Ortiz Milcíades Ortiz

No había cumplido los 20 años y ya conocía lo que llamaban “carne de presidio”. Eran maleantes que a cada rato estaban en la cárcel. Pude hablar con algunos de ellos y me dijeron que “en la cárcel la pasaban mejor que en la calle”. Tenían los tres golpes (comida) al día gratis. Tampoco debían trabajar. Varios, reídos, sostenían que allí no escuchaban los reclamos de la mujer. Era subsecretario (oficial mayor) del Juzgado Cuarto del Circuito (Penal). Se atendían todos los delitos, menos homicidios. Entré a los cinco meses de cumplir 18 años.

Tuve confianza con varios de estos sujetos y llegué a preguntarle sobre la vida íntima en la cárcel. Me dijeron que “por ahí se conseguía algo...”. También conocí los delincuentes con problemas mentales. Los había de dos tipos. Por lo general, eran violadores y los que cometían “actos libidinosos” (tocar a menores). No recibían atención psiquiátrica. Salían y volvían a hacerlo. Un viejo me aseguró que “¡una mancha roja tapaba sus ojos al ver una niña... y...!”. Había estado en la cárcel por lo menos cinco veces en su vida.

Otros que sufrían trastornos mentales eran los falsificadores. Uno de ellos con estudios, un padre rico, buen sueldo y familia no podía resistir la tentación de alterar un chance de lotería para “conseguir” dos o tres dólares. Ganaba al mes 400 dólares, que en los años 60 era mucho dinero. Pensé en esos acontecimientos de mi primer empleo al ver la inauguración de una moderna cárcel La Joya. En los años 50 se pensaba que a los delincuentes tenían que sacarlos de la sociedad.

Así surgieron penales en islas y montañas remotas, que se convirtieron en “cementerios de hombres vivos”. Coiba fue uno de ellos. Eso de la regeneración no se aceptaba como cierto. Hoy en día se piensa que el delincuente puede regenerarse. Por eso se les permite estudiar durante su encierro, trabajar y hasta tener visitas íntimas para que no se destruya su familia. Panamá sigue desde hace años este nuevo enfoque que será más efectivo ahora con lo que algunos consideran “resort” y no cárcel. Si los que cometen delitos no aprovechan estas oportunidades, lo sentimos. Después que no le echen la culpa al gobierno, mala distribución de la riqueza, ser pobre, etc.


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