Paro de docentes
Los gremios docentes y el Ministerio de Educación ayer medían fuerzas sobre el exito o fracaso del llamado a huelga de los maestros y profesores del país.
Sea que la huelga fuera acatada por el 99 por ciento de los docentes o por apenas el 1 por ciento de los docentes, lo trascendental es que un grupo de estudiantes se quedó sin recibir clases.
Como en todo conflicto habrá que perder jornadas de labores de enseñanza-aprendizaje para que luego las partes entiendan que deben lograr acuerdos, donde entre otras cosas se comprometeran a recuperar el tiempo de clases perdido, lo cual nunca se cumple.
Al mismo tiempo resulta inconcebible que dos sectores prioritarios en la formación de estudiantes como son el Ministerio de Educación y los gremios docentes no tengan la capacidad de sentarse a dialogar y tengan que buscar la mediación de la Iglesia, que en todo caso tiene otras tareas de rescate moral de una sociedad cada día más incrédula y más apegada a lo material que a lo espiritual.
En la medición de fuerzas no está la salida a esta nueva polémica en la educación. El respeto y las leyes es lo que debe imperar.
Si un docente siente que se adopta una medida injusta en su contra, lo correspondiente es interponer los recursos que permite la ley y que éstos sean evaluados objetivamente.