Opinión - 15/7/15 - 09:00 PM

Va

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

En una democracia no debe haber imposiciones. Es cierto que todo gobierno está en su derecho de realizar sus proyectos y cumplir las promesas electorales. Solo en las dictaduras o muchos años atrás en los reinados los gobernantes podían hacer lo que les diera la gana sin consultar al pueblo. Por buenas intenciones que tengan algunas actividades pueden darse circunstancias y hechos que no han sido tomados en cuenta por los que gobiernan. El asunto es peor si hay otras razones distintas a beneficiar al pueblo con esas obras. Como ejemplo, favorecer en aspectos económicos o políticos a los gobernantes. Menos mal que en ciertos casos debe darse una consulta popular con los que serán afectados o beneficiados con una obra. Ejemplos fáciles los tenemos en la construcción de hidroeléctricas que pueden disminuir el caudal de los ríos o inundar sitios y pueblos. En estos casos se supone que se hace un estudio de medio ambiente para autorizar la obra. Grupos ambientalistas, especialmente en Chiriquí, no se explican que se haya dado permiso para construir varias hidroeléctricas en un mismo río cercano a lugares habitados y hasta de interés turístico. Entonces puede surgir la aterradora frase: la obra “va porque va”. Esto no es nuevo. En nombre del progreso y el desarrollo hace más de diez años se quiso construir una carretera que iba a dañar el medio ambiente en el sendero Los Quetzales de Cerro Punta, Chiriquí. Se habló de que la vía mejoraría las comunicaciones entre Boquete y Cerro Punta, permitiendo actividades económicas entre regiones cercanas. Pero… ambientalistas y la sociedad civil se opusieron porque esa obra iba a dañar una reserva ecológica donde habitan muchas aves exóticas especialmente los quetzales. Se dio un movimiento en todo el país en contra de la obra que quería hacer el gobierno de turno, hasta del extranjero vinieron personas que documentaron la lucha. En ocasiones hubo encuentros violentos entre seguidores del gobierno y los que se oponían a la destrucción del sendero. En más de una ocasión hasta la policía intervino. Y se dijo la famosa frase digna de dictadores y reyes “va porque va”. La presión popular evitó esta obra. Hasta tuvo su costo político que hizo perder miles de votos a ese gobierno. Muchos problemas se evitarían los gobiernos si respetaran la opinión de los beneficiados o perjudicados de la “mejor” obra que se quiera hacer en sus comunidades. (Olvídense del “va porque va”).

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