Bodas de Cana
San Juan nos presenta una selección de acontecimientos de la vida de Jesús, que son fruto de una profunda meditación. El que decidiera elegir la boda de Cana como un acontecimiento digno de recordar, para contarlo a las futuras generaciones de cristianos para su edificación, nos invita a la reflexión.
En la narración se deja entrever que entre la Madre y el Hijo existe una profunda comunicación no verbal. Porque como podemos observar después de la respuesta de Jesús, que podía dar la impresión de desinterés en el tema, la Virgen no duda en decirles a los sirvientes: “hagan lo que él les diga.” segura de que su Hijo la iba a complacer. Y fruto de esta petición, Jesús decide manifestar su gloria. Recordemos que san Juan nos testifica: “Así en Cana de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en el sus discípulos.” (Juan 2, 11) Es decir, la Virgen le pide a su Hijo que realice un milagro enfrente de sus discípulos.
Podemos concluir que la Virgen María no le pide un milagro a su Hijo para solventar un inconveniente doméstico. Sino que tiene el propósito de que Jesús manifieste su gloria y que eso fortalezca la fe de los discípulos. Es decir, está colaborando con la obra de su Hijo.
Al igual, que hoy día la presencia de la Virgen en medio de nosotros tiene el propósito de contribuir a la obra de su Hijo.
Intercede por nuestras necesidades, pero con el propósito de que Jesús manifieste su gloria y creamos en Él.
Busca con afán de madre fortalecer la fe de los que seguimos a su Hijo porque bien sabe ella que los mayores beneficiados con esto somos nosotros mismos.