Pa’ todo tiempo
—¿Cuántos años lleva pescando, don Ventura? —Llevo 46 años pescando. Era un muchachito cuando empecé. —¿Y qué pescaba por allí? —Guanábano, langostines, pargo,
—¿Cuántos años lleva pescando, don Ventura?
—Llevo 46 años pescando. Era un muchachito cuando empecé.
—¿Y qué pescaba por allí?
—Guanábano, langostines, pargo, róbalo... Había mucha pesca... Antes el agua era bien clarita [y] se veía el carrucho...
—Don Ventura, ¿la pesca le da lo suficiente como para mantener a la familia?
—Te digo que ayer vendí cuatro ensartitas de pesca’o, con cuatro libras cada una. Algo es algo, y con mis cuatro hijos, recibo cupones. El problema es que ahora uno tiene que ir lejos para pescar lo suficiente para mantener la familia.
»Antes, no. Antes se cogía mucho pesca’o, pero muchacha, ahora el pesca’o está corriendo, huyendo. En este mes deben venir los grandes a comer. Y para las Navidades, la pesca está muy buena.
»Cuando más se afloja la pesca es para la Semana Santa, ¡cuando más gente come pesca’o! Y es curioso. En Semana Santa, como en Navidades, tú ves las iglesias llenitas y la fila de carros causa tapón. Fuera de ese tiempo no se ve más de un par de carros estacionados por la iglesia. ¡Pero Dios es pa’ todo tiempo!
Tiene toda la razón Ventura Pagán, de Boquerón, Cabo Rojo, uno de los pescadores comerciales de Puerto Rico a quienes entrevistó María Benedetti entre 1991 y 1995. Por una parte, es irónico que la pesca sea más floja alrededor de Semana Santa, ¡precisamente cuando más personas comen pescado! Y por otra, es curioso que haya tantos más feligreses que acuden a las iglesias en Semana Santa que en las otras cincuenta y una semanas del año. Pues si bien Dios se alegra de que le dediquemos toda una semana año tras año, se alegraría muchísimo más si le dedicáramos todo el año día tras día, reconociendo, como bien lo asegura don Ventura, que Dios es para todo tiempo.
No es que Dios necesite que nosotros lo busquemos todo el santo año, sino que nosotros necesitamos buscarlo a Él todo el año para ser santos, no necesariamente santos en el sentido de ser perfectos, sino de estar libres de toda culpa.
Dios, en la persona de su Hijo Jesucristo, nos invita hoy mismo a que tomemos con Él el alimento espiritual que nos ha preparado, así como después de su resurrección invitó a sus discípulos a que comieran con Él el pescado que les proveyó milagrosamente. Pues quiere que nosotros, al igual que Pedro en aquella ocasión, lo amemos más que a nadie y lo sigamos fielmente todos los días de nuestra vida.