¿Por qué hay que votar?
Es necesario votar para suplir de garrapatas nuevas a un número plural de escaños en la asamblea que ocluyen las nuevas buenas de este poder del Estado.
Es necesario votar para suplir de garrapatas nuevas a un número plural de escaños en la asamblea que ocluyen las nuevas buenas de este poder del Estado. Tenemos que votar con el ánimo que muestra el 78% de los ciudadanos panameños con ese derecho cívico y que están ávidos por levantarse temprano el 4 de mayo para escoger las autoridades distritales aunque saben que sus escogidos podrían robarse las planillas municipales dos y tres veces cada año sin que les pase nada, como ha sucedido. Así es, vamos a votar porque necesitamos rémoras en uno que otro circuito y más si son repartidoras de chécheres. Hay que votar, señores, porque el país necesita de borrachos al volante que les metan los pelos para adentro a las autoridades del Tránsito y de diputados omnipotentes que ordenen al viento que no silbe y a todo un equipo de béisbol que se retire del cuadro en un juego organizado y con un estadio lleno de fanáticos hasta la bandera. Vamos, vamos a votar si nuestro sistema se presta para que elijamos a uno, dos o tres ausentistas con vida, muelle para hacerlos sentir cual si fuesen padres de la patria. Acudan a los centros a votar por favor, y no boten su voto, voten por Mimito, no solo por sus méritos y el respaldo del gran trabajo gubernamental del que sabemos, sino por alejar un tanto en el tiempo la amenaza contra la libertad, la motivación y la fe cristiana que representan los partidos políticos mandados por Raúl.
Miren, muchachos nuevos. El mundo en términos generales, y Panamá muy particularmente, pende de toda clase de vainas buenas, regulares y malas y, pese a ello, aquí hemos sobrevivido con interés y animosidad, a veces con mucha dificultad, pero en libertad. Por momentos creo hasta conveniente que nuestro sistema electoral sea un colador amplísimo para que los delincuentes de todas las modalidades del delito tengan la oportunidad de participar en la política. De esta manera, algún día no muy lejano se reformará el código para que se involucren más ciudadanos capaces y con la suficiente moral para ser autoridades. Soy feliz porque hasta ahora he visto al país progresar gobierno tras gobierno. Así que el que le venga con el viejo cuento comunista ofreciéndole un mundo mejor, mándelo para Cuba o Venezuela con papel higiénico en mano.