¿Encuestas o propaganda?
La tarea de hacer y publicar encuestas sobre preferencias electorales debe ir siempre acompañada de una evaluación crítica.
La tarea de hacer y publicar encuestas sobre preferencias electorales debe ir siempre acompañada de una evaluación crítica posterior a los comicios. Uno de los aspectos centrales de dicha evaluación es saber hasta qué grado los ejercicios demoscópicos fueron precisos, es decir, cuánto se acercaron o se desviaron sus estimaciones de los resultados electorales. Este es un primer corte de caja de las encuestas publicadas en los principales diarios de Panamá previas a la elección, a la luz de lo que arrojan los resultados del Tribunal Electoral.
Entre el 18 de febrero y el 2 de mayo (última semana de campaña), se publicaron 11 encuestas preelectorales realizadas por 3 empresas: Stratmark, Gad3 y Doxa; con miras a la elección para Presidente de Panamá. Para hacer este análisis se toman las 3 encuestas más cercanas a la fecha de la jornada electoral de cada firma. La razón es que, en teoría, la intención de voto en estas últimas debería ser más cercana al voto del domingo 5 de mayo.
El cuadro que acompaña a este texto muestra los datos como se publicaron, los resultados del Tribunal Electoral y dos métricas ampliamente utilizadas en países democráticos para evaluar la precisión de estos ejercicios de muestreo y estimación estadística: 1) el error promedio, que se refiere a la desviación que tuvo la estimación de cada candidato dividida entre el número de candidatos; y 2) el error ventaja, que se refiere al error que tuvo la encuesta en estimar la ventaja entre primero y segundo lugar. Entre más se acercan a cero estos indicadores significa que la encuesta fue más precisa.
Los resultados son mixtos: hay encuestas con un grado de precisión aceptable y otras fuera de los márgenes tolerables. La encuesta de Stratmark fue la más imprecisa de las 3 empresas que publicaron estudios en los medios de comunicación. El error promedio de la encuesta difundida en La Estrella de Panamá el 1 de mayo fue el más alto, con 3.6 puntos. La encuesta de la empresa española GAD3, publicada el 2 de mayo tuvo un error promedio de 1.6 y la encuesta final de Doxa Panamá registró un error promedio de 1.5, aunque falló en anticipar al ganador.
En cuanto al error de ventaja, la encuestadora más alejada del resultado vuelve a ser Stratmark, con 14.4 puntos, lejos de cualquier estándar razonable. En segundo lugar, la empresa GAD3 con un error de 7.5, explicable por el margen de error o por el sesgo de cobertura propio de las encuestas telefónicas. En tercer lugar, aparece la empresa Doxa con un error de ventaja de 2 puntos, es decir, dentro del margen de error.
De un total de 11 estimaciones publicadas, solo 2 previeron un escenario cerrado entre el primero y el segundo lugar, mientras que en el resto no se proyectó correctamente el porcentaje de intención de voto del ganador y se salió de los márgenes de error. Una señal clara de que la mayoría de las encuestas han sido incapaces de estimar con precisión la dinámica electoral.
Razones de las fallas
Las encuestas enfrentan múltiples fuentes potenciales de error, muchas de ellas de carácter no muestral, que tienen que ver con la forma y contexto en que se aplica o se responde la encuesta. En este 2019 se pueden señalar varias: el voto oculto hacia algunos candidatos; un cambio de preferencia de último momento; electores que deciden su voto el mismo día de la elección, condiciones de inseguridad que minan la confianza de los encuestados a responder; altas tasas de rechazo, etc.
Qué hacer
Las encuestas requieren una constante innovación y adaptación. Deben revisarse los protocolos de capacitación, entrevista y supervisión, de manera que los encuestadores puedan generar la mayor confianza posible de los entrevistados para minimizar el rechazo a la entrevista. Deben revisarse y adaptarse los modelos y estimaciones de votantes probables en el caso de las encuestas preelectorales, en otros países estos modelos mejoran las estimaciones.
Debe mantenerse o, en su caso, mejorarse la transparencia de los métodos y de las características técnicas y logísticas de los estudios. Deben revisarse y analizarse las bases de datos para poder confirmar estas explicaciones o derivar otras. Las bases de datos, cuestionarios y metodologías deben ser accesibles de inmediato para académicos, periodistas y ciudadanos a través del Tribunal Electoral y eventualmente en archivos de datos de instituciones académicas.
Las encuestas no solamente son el método que emplean, también son el medio que las difunde. En este sentido, los medios de comunicación que publican estudios demoscópicos deben revisar las formas más convenientes para comunicar los resultados de encuestas enfatizando sus alcances, limitaciones y su objetivo. Además, deben asegurarse de que las empresas que contratan sean profesionales y serias.
El caso Stratmark
El caso más vergonzoso de esta elección es el de la empresa Stratmark, dirigida por Jaime Sosa, que utilizó las encuestas a modo como modelo de negocio, aprovechando el espacio en uno de los diarios más conocidos del país para publicar supuestas mediciones que favorecían descaradamente al candidato del PRD, Laurentino Cortizo. Estas pseudoencuestas, manipuladas a conveniencia, fueron reportadas como si fueran reales, sin cuestionar su rigor científico ni la calidad del proceso mediante el cual se obtuvo la información.
Este tipo de distorsiones representan la manipulación de un instrumento valioso, y dañan profundamente los procesos electorales y a la democracia. Esto no es una exageración. En la medida en que no haya costo alguno para quienes de manera tendenciosa practican esta forma de mentir con los datos, el electorado no sólo va confiando menos en el instrumento estadístico, sino que también va perdiendo confianza en las instituciones democráticas.
Aunque en los últimos años el Tribunal Electoral ha buscado tener un control sobre el mal uso de las encuestas, como solicitar metodologías y la documentación sobre quién pagó el ejercicio, todavía hay lagunas que aprovechan varios mercenarios en los medios de comunicación para actuar de manera inescrupulosa.
La mayoría de las encuestas fallaron, ya sea subestimando o sobrestimando el apoyo a ciertos candidatos, aunque algunas ofrecieron información valiosa sobre las prioridades, preocupaciones y opiniones de los electores. Sirva este corte de caja para abonar a una discusión pública sobre el desempeño de las encuestas y, por supuesto, para su mejoramiento en los siguientes procesos electorales. Es un acierto seguir utilizando, promoviendo y mejorando las encuestas profesionales y serias.
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