Los precios de los alimentos y bebidas volvieron a registrar un alza del 4 por ciento en el mes de agosto con respecto a julio, según revela el Indice de Precios al Consumidor.
A pesar de las medidas adoptadas en julio para reducir más de 80 partidas arancelarias, no hay forma que se refleje una reducción en la canasta básica de alimentos que ya se ubica cerca de los 269 dólares. El sector empresarial pone el grito al cielo cuando los sindicatos reclaman incrementos sustanciales en el salario mínimo, pero muchas veces no traducen las rebajas en los impuestos de importación a los productos que les venden a los consumidores.
El Estado hace un sacrificio fiscal al reducir aranceles y lo lógico es que esa rebaja se traslade a los consumidores, pero eso casi nunca sucede. Es algo así como lo ocurrido con el sector eléctrico, donde el gobierno tuvo que hablar fuerte y duro para poner en cintura a las generadoras y distribuidoras.
Aunque en comparación con el 2008, la inflación tiende a estabilizarse, en lo que respecta a los alimentos los incrementos son constantes cada mes. El grueso de la población -integrado por hogares pobres- son los que recienten esta situación y no entienden de leyes de oferta y demanda, sólo comprenden que cada vez que van al supermercado o a la tiende de la esquina gastan más y obtienen menos alimentos.
La situación reclama una acción fuerte del gobierno, porque no hay razón para que hasta alimentos que se producen localmente como el plátano, tengan precios prohibitivos para muchos hogares del país.